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Publicado por
CARLOS CARNICERO
León

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EL MAPA electoral norteamericano se asienta en una inmensa explosión de la Norteamérica profunda que ha emergido desde las cenizas de las Torres Gemelas, cabalgando sobre el inmenso miedo sembrado por la administración de George W. Bush. Nada que objetar al veredicto de la democracia que se asienta en el pensamiento ultraconservador y en la guerra preventiva. Las urnas se analizan pero no se discuten. El mundo tiene ante sí mismo su reflejo en un espejo en el que el fundamentalismo religioso asoma la imagen de Osama Bin Laden y en la otra esquina replica el integrismo defensivo del reelegido presidente norteamericano. Estados Unidos es afortunadamente una sociedad divida. Este aserto no debe ser la manifestación de un déficit o un quebranto sino la expresión de la esperanza de que la Norteamérica que ha perdido en las urnas tiene convicciones de progreso que defenderá frente a las políticas de la Administración de Bush: más de lo mismo reafirmado por el claro triunfo electoral. Están que se salen del tablero. España se coloca en la situación difícil de haber corregido una posición de sumisión ante el coloso norteamericano. Ahora, el presidente José Luis Rodríguez Zapatero tiene que remendar los descosidos provocados al ejercer nuestra autonomía. En esa inmensa labor es necesaria la colaboración de todos. No es hora de fáciles recursos al antinorteamericanismo progresista, porque la confrontación permanente entre la «vieja Europa» y la refundación de una Norteamérica integrista es solo un desahogo intelectual para paliar el fracaso del pensamiento avanzado frente a las tesis conservadoras. John Kerry ha perdido las elecciones y tiene que dar paso a una oposición inteligente del Partido Demócrata. El resto del mundo debiera trabajar con inteligencia para demostrar que la amenaza islamista radical se debe combatir con el desarrollo, el progreso y la concertación de alianzas inteligentes. No basta con hacer la guerra sin cuartel a los enemigos de la libertad; hay que apuntalar esa estrategia desde el impedimento de los pretextos que hacen posible los fundamentalismos. El mundo tiene que convivir con el presidente George W. Bush durante cuatro años. Lo importante es que este veredicto tiene una condena corta aunque sus resultados puedan ser intensos. En democracia, al final de cada camino, hay una oportunidad de rectificación y en eso radica la ilusión de la humanidad. ¿Se imagina alguien una eternidad gobernada por esta Norteamérica profunda que ha explotado desde las cenizas del miedo de las Torres Gemelas?

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