SIETE DÍAS
La cena
POCAS VECES una cena ha provocado tanto revuelo político. Los nervios están a flor de piel. Desde el PSOE se habla de conspiraciones y el PP replica que la negociación para recuperar la Alcaldía de León es asunto tan legítimo como el pacto que en su día permitió al socialista Francisco Fernández acceder a la Alcaldía de León con el apoyo de los concejales de la UPL. Valladolid fue el punto de encuentro. En el restaurante Miguel Angel se citaron en torno a mesa y mantel el presidente regional del partido y presidente de la Junta, Juan Vicente Herrera, el consejero de Fomento, el leonés Antonio Silván, el secretario de la UPL, Joaquín Otero, y el concejal del Ayuntamiento de León, Javier Chamorro. Otero ha manifestado que no ha sido este el primer encuentro que mantiene con el presidente Herrera para hablar de un posible pacto en el Ayuntamiento de León, de la misma forma que ha mantenido conversaciones con otros políticos del PP y del PSOE, dentro de lo que considera actividad habitual de su cargo y representación. Incluso le ha restado rango. Ha dicho que no era oficial, porque de lo contrario tendría que haber estado Mario Amilivia. A Otero le resulta sorprendente que la reunión gastronómica hubiera transcendido a la opinión pública con suma celeridad. Ha confesado que incluso antes de sentarse a la mesa ya los periodistas le estaban llamando para conocer el resultado del encuentro. Es evidente que alguien estaba muy interesado en dar a conocer la noticia. Incluso alguien poco informado de los detalles, lo que provocó que este periódico, por ejemplo, incluyera a comensales que no estuvieron en la cita. Lo que nadie pudo desmentir es que el encuentro se produjo y que en el mismo se habló de articular un pacto para arrebatar la Alcaldía al PSOE. Otero confesaría al día siguiente que el pacto con el PP «está más cerca que nunca», si bien a continuación añadió que «nada hay cerrado e incluso existe la posibilidad de que se mantenga el pacto con el PSOE». Tan aparente contradicción probablemente busque ganar tiempo, porque tampoco resulta muy agradable para los concejales verse obligados a permanecer encamados con alguien mientras se buscan ligues en otras mesas. En la confrontación entró también la Ejecutiva Federal Socialista. Álvaro Cuesta, secretario de Política Municipal y Libertades Públicas del PSOE, acusó a Herrera de «conspirar y caciquear», por cuanto mezcla la tarea que le concierne como presidente del partido con la responsabilidad de gobierno. «¿Qué se diría -se preguntaba Cuesta- si Zapatero estuviera visitando a políticos para preparar mociones de censura en ayuntamientos?» Pues evidentemente no se entendería, vino a responder Mario Amilivia ayer mismo al referirse a una supuesta trama económica para cuya gestación se necesitaría el impulso de los más altos estamentos de la política nacional. Y es que los escenarios posibles son tantos como la imaginación permita, aunque para mentes poco contaminadas por las estrategias políticas enrevesadas, únicamente caben dos. Uno quiere pensar que lo demás es fruto de los nervios, del estado de ansiedad que provoca la indefinición de la otra parte. Recordemos la relación de fuerzas: El PP tiene 12 concejales, el PSOE, 10; la UPL, 3 y Rodríguez de Francisco y Covadonga conforman un cuarto bloque. El voto de estos dos concejales resulta innecesario para Mario Amilivia si los tres de la UPL (o sólamente dos) aceptan el pacto, mientras que Francisco Fernández necesita el apoyo de los dos grupos para sumar el mínimo de 14 que garantiza la estabilidad derivada de la mayoría absoluta. Sobre el tapete, dos posibilidades a priori. Que la UPL cierre el pacto con el PP o que lo haga De Francisco. En ambos casos el PSOE perdería la Alcaldía. Sin embargo, no se agotan aquí las posibilidades. Técnicamente cabe la hipótesis de que el alcalde actual logre un pacto de no agresión entre Chamorro y De Francisco. Esta hipótesis pasa por el improbable gesto de José María Rodríguez de Francisco de no volver a insultar a su excompañero de partido y, lo que resulta más importante, renunciar a liderar un nuevo partido que nacería con el fin de hundir a la UPL. La otra hipótesis que se ha venido barajando en los mentideros y cenáculos políticos, y que Amilivia ha puesto públicamente en evidencia, consistiría en buscar para De Francisco y Covadonga Soto un buen retiro de la política. Para que esta posibilidad se cumpla se necesitaría el concurso del presidente Zapatero, a través de las consabidas bicocas de las empresas públicas o de cualquier otra que siendo privada mantenga acuerdos con la Administración. De esta forma, otros dos militantes de la UPL accederían al puesto de concejales en sustitución de los no adscritos. Todo quedaría como antes de la fractura del partido leonesista. Cinco concejales bajo la disciplina del partido leonesista. Sería la fórmula perfecta para seguir vivo el pacto actual y para evitar unas siglas competidoras de la UPL. El planteamiento más parece producto de una mente enfebrecida que de una estratega política, porque resulta evidente que ni Zapatero entraría en una liza semejante ni De Francisco renunciaría a la pasión de la política. La nota de Mario Amilivia, en este sentido, más parece un aviso para navegantes, producto del estado de efervescencia en el que parecen vivir nuestros políticos, que la respuesta a una trama con visos realistas. Resulta impensable que la vida política pueda caer tan bajo. La sospecha, por lo que implica de acusación, es sumamente grave. Mario Amilivia debería desvelar las fuentes de su información. De lo contrario, habría que pensar que nos encontramos ante una simple elucubración mental de alguien que confunde sus propios temores con la realidad.