Babia viva

LOS TREPARRISCOS de Peña Ubiña, las pardillas del collado de Villabandín, las cigüeñas de la peña de San Emiliano, el fugaz oso pardo que cruza los altos de Torrestío, los rebecos de Torre de Babia, el alimoche de Lago de Babia, el raro urogallo refugiado en los abedules de Abelgas de Luna, las truchas de Villafeliz y las chovas de Cabrillanes no han recibido notificación de que su dominio vital, la Babia, es Reserva de la Biosfera declarada recientemente por la Unesco. Ningún montañero ha voceado a las rarísimas plantas del canchal -la artemisia cantábrica, la centáurea somedana o la saxifraga babiana, endemismos únicos en la Montaña Cantábrica- que, sobre las cumbres, se extiende la fama verde, el prestigio de una naturaleza y una cultura cuidadas por los paisanos. Inundados Riaño, Vegamián, Luna y los valles palentinos, en beneficio de la sed insaciable del llano y los intereses energéticos, la mejor representación de prados de siega y pastizales de diente del norte de España se asienta en esta tierra, hogar de ganaderos y gente esforzada. Ya no sube a los puertos la marea de merinas que, trashumante por la Cañada de la Vizana, aposentaba sus reales en la Vega de la Mora, cruce de cordeles de Quintanilla de Babia, Como decían los antiguos pastores: «El ganado merino necesita yerbas finas de peñacalear en el agostadero, y que desde su salida del esquileo, se le de mucha extensión y abundancia de pastos a fin de que se forme la lana con bastante brote o espesura en el tiempo que comienza a nacer». Hoy, la vaca de carne y el caballo hispanobretón, amigos del pasto basto y el llamargo, sustituyen a los piareros de la trashumancia, mayorales y zagales que lograron bienestar económico y buenas casas a base de austeridad, sacrificio y meses lejos de la familia, en compañía de mansos, mastines y yeguas hateras en la distante Extremadura. Felicitaciones a alcaldes y habitantes de toda la comarca de Babia por el galardón ambiental recibido. Futuro de naturaleza y bienestar.