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Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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PARA cambiar de estado civil sólo tiene que decir que desenchufen a su importante marido. No se sabe si lo habrá hecho ya, pero se sabe que ha ofendido a los líderes palestinos que viajaron a París para comprobar personalmente que Arafat pasaba a mejor vida, ya que la que llevaba no era vida. El hombre clave del medio siglo último de la atormentada historia de su país se definía como «un pobre viejo sin patria». El hueco que va a dejar tendrá que ser rellenado entre varios, pero hay más aspirantes que plazas y no será extraño que corra más sangre, ya que la sangre ha encontrado allí una excelente pista. «Quieren enterrarlo en vida», ha dicho Suha Arafat, la inminente y consolable viuda. No se lleva bien con ninguno de los tres hombres fuertes que emergen. Vive muy bien en París, a donde dicen que ha trasladado una docena de millones de dólares, con la estupenda coartada de que son para sufragar gastos de la heroica resistencia. Sigue estando muy guapa y muestra un gusto excelente para elegir restaurantes. ¿Por qué se resiste a acceder a la petición de que desconecten al «rais» del pulmón artificial que hace que el corazón del ex guerrillero, otros dicen que ex terrorista, siga latiendo a pesar de su muerte cerebral? Mandan mucho estas viudas jóvenes antes de enviudar. Cuando el hombre ilustre -ya sea banquero, novelista o político- está transitando la última vuelta del camino, ellas se hacen con todos los mandos. Se convierten en una especie mixta entre geisa y enfermera. Son unas excelentes actrices que simulan sin interrupción estar enamoradísimas del insigne carcamal. Lo cuidan, lo miman, lo atienden con devoción y hasta ponen los ojos en blanco, venciendo la natural repugnancia, si el gran hombre prueba a acariciarlas, a ver si nota algo. Están confortadas por el convencimiento de que cuando él suba al cielo les espera un gran bienestar terrestre. Quizá lo merezcan en buena parte, ya que si bien no han demostrado un buen corazón, han probado que tienen un buen estómago. El que sí merece, sin ninguna duda, que le dejen descansar en paz es Yaser Arafat.