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JUAN F. PÉREZ CHENCHO
León

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LA TARDE de ayer, a medida que llegaba la noche, fue haciéndose carámbano: frío de mil demonios, intenso, de aguanieve y viento alevoso. Muchos amigos lucían las ropas de abrigo más fuertes y guardaban en los bolsillos interiores «petaqueras» para el orujo y el güisqui: les esperaba el choque copero Cultural/Athletic en el Antonio Amilivia a partir de las 21 horas. Un cuarto de hora antes, el Ademar, a menos de cien metros de distancia, con calefacción, también disputaba su encuentro oficial contra el Almería. Pero mucho antes, a pesar de lucir un sol de cristal, el frío invitaba al café y copa. Y a pensar. Lo aproveché para hacer otro pinito en el trapecio de la política internacional, en la que quizá realice otro triple mortal sin aventar el peligro de no contar con red de protección. El día anterior voceé desde este balcón del pueblo que la parte más conservadora del Partido Popular celebró el triunfo republicano como si fuera propio. Estaba bien lanzado el dardo. Dio en la diana. Coincidió con la visita de José Mª Aznar a George W. Bush. Fue una audiencia «estrictamente privada» celebrada en el despacho oval de la Casa Blanca, que se prolongó durante 40 minutos. Aznar estaba en Washington para pronunciar una conferencia en la Universidad de Georgetown, de la que es profesor visitante o asociado. Y coincidió, también, con las declaraciones del Secretario de Estado norteamericano, Colin Powell, anunciando que EE. UU. seguirá con su política exterior agresiva. No es descartable, por tanto, que esta Administración Bush recién elegida tome represalias contra el Gobierno de Rodríguez Zapatero por ordenar la retirada de las tropas españolas de Irak. Era un clamor de la inmensa mayoría de los españoles. Las represalias podrían ser diplomáticas, comerciales contra productos españoles que se exportan más allá del Atlántico, o contra empresas turísticas que han realizado grandes inversiones en Cuba. Ya han amenazado otras veces. En este contexto debe situarse la entrevista de Bush y Aznar en el despacho oval de la Casa Blanca. Ni antes, ni después, el expresidente Aznar informó al Gobierno español del contenido de la audiencia. Se limitó, tras la misma, a anunciársela a Mariano Rajoy. Cuesta admitir que Bush y Aznar se reunieron para hablar de la oleada de frío, nieve y viento que azota a España en estos días, o recordar sus buenos momentos en la finca española o en el rancho tejano. La deslealtad de José Mª Aznar es ya conocida desde hace años. No debería sorprendernos. Pero es que, desde las últimas elecciones generales en nuestro país, es como si estuviera en estado psicológico grave. Un estado de ansiedad que arrastra al ala dura del partido en el que ostenta la presidencia de honor. Yo creo que importa poco la entrevista Bush/Aznar. Lo que importa realmente es que el PP no se deje arrastrar por la deriva de Aznar y sus sacristanes, porque a este paso, se van a encontrar defendiendo los intereses de Estados Unidos y del Vaticano contra los intereses de los españoles. Y en todo caso: a medio plazo no debe olvidarse que son los EE.UU. los que necesitan a Europa para salir del avispero de Irak, y no al contrario.

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