Arte de mirar atrás

LOS ANDARES son muy delatores. Hay quien camina como avergonzado de tener que trasladar su propio organismo, disculpándose de su sombra, y quien lo hace de una manera jactanciosa, como diciendo ahí voy yo, a ver si se dan ustedes cuenta. Son personas satisfechas de convivir con ellas mismas, muy parecidas a aquel personaje de Arniches, «el Isidro» creo que se llamaba, que cuando estornudaba y le salía bien, convidaba a sus amigos. Entre esas maneras españolas y supongo que universales de andar hay ahora otra tercera: la de caminar mirando hacia atrás. No con ira sino con miedo. La estadística prueba que, desgraciadamente, somos uno de los países con más guardaespaldas del mundo. Si no es enteramente catastrófico nuestro balance de parados es porque mucha gente encuentra empleo de «gorila». ¿Hay tantas personas en España que necesitan protección?. El Gobierno vasco se ha visto obligado a aumentar el gasto de escoltas privados para 2004 y 2005 hasta más de cien millones de euros. Parece que hay más de 2.000 personas amenazadas por ETA. ¿A dónde hemos llegado para que tantas personas honradas tengan que guardarse las espaldas?. Otra consecuencia es que las empresas privadas que se dedican a la protección de ciudadanos notorios se están inflando. Lo suyo es uno de esos negocios redondos basados en la horizontal del ataúd. Les pasa lo mismo que a las funerarias, que saben que en cada señor que pasea por la calle hay un cliente. El Ministerio del Interior revisó antes del verano el listado completo de las personas que en la actualidad disponen de guardaespaldas pagados por el erario público: hay tantos guardaespaldas que es imposible hacerle frente a los gastos. Y hasta puede pensarse que tener escolta se ha convertido en un síntoma externo de importancia social. Quien no lo tiene es un mindundi. No sé. Los médicos dicen que andar es muy bueno. Tampoco lo sé. Nunca he probado.