Bautismos laicos

LOS SOCIÓLOGOS dicen que el hombre necesita liturgias, ritos, y creo que llevan razón. Esto explicaría las ceremonias civiles coincidentes con algunos grandes momentos de la vida, y que las religiones celebran con pompa: el matrimonio, el entierro. En una sociedad conformada por la cultura católica hasta el tuétano, se comprende entonces que también haya quienes monten rituales civiles paralelos a los religiosos, aparentemente para que los hijos de las minorías no católicas no se sientan desplazados respecto a sus compañeros: eso serían las llamadas «primeras comuniones civiles», fiestas sociales para los niños que no hacen la Primera Comunión, pero cuyos compañeros de colegio sí la hacen; en esas fiestas hay regalos, y no sé si incluso se viste a la criatura «de primera comunión». Todo igual, menos la sustancia, la esencia, la naturaleza de la celebración. Ahora parece que hay «bautismos laicos», en forma de ceremonias de «recepción en la comunidad». La tentación de hacer guasa del asunto es grande; pero también hay aspectos patéticos e inquietantes, y eso ya no es para reírse. Es patética la necesidad de tanta gente de sustituir la religión por fantochadas más o menos municipales y espesas. Y es inquietante, lo que aparece como una deliberada voluntad de destruir nuestra visión cristiana de la vida, que es la que ha llevado a Occidente, cuando no ha sido traicionada, a la cima de la civilización. Es como si se repitiera la hostilidad de los inicios de la Revolución Francesa hacia el cristianismo, como si hubieran resucitado aquellos francmasones infectados de odio a la Iglesia. ¿Adónde quieren llevar a esta sociedad?