Aznar y su amigo

UN GOBIERNO de España no tiene que ser ni pro ni antiamericano, sino, sencillamente, pro-español, y en esas está el presidido por Zapatero, por mucho que Aznar se dedique con contumacia, y empleo ahora las mismas palabras que osó verter un día en el Parlamento en referencia a sus adversarios políticos, a ir ladrando su rencor por las esquinas del mundo, entre Georgetown y Bush Street. Ha dicho Aznar, para justificar su adhesión inquebrantable a los principios del movimiento bushiano, que es su amigo, pero que tampoco estaría de más que España también lo fuera. La España de todos y sus intereses nacionales, y no sólo la que ese hombre torvo lleva en la cabeza, ni lo intereses sectarios que él defiende. Porque es muy grave, diríase que una pequeña o gran traición, lo que está haciendo el ex presidente, a quien el sueldo y el rango de ex-presidente y la lealtad a su Estado exigen otro comportamiento. ¿Qué es eso de ir metiendo cizaña e indisponiendo a otra nación contra la nuestra? ¡Y qué nación! la más poderosa y, hoy, la más agresiva del mundo. Pero si en Aznar puede más la lealtad a su amigo que la lealtad a su patria, que rechace las prebendas y privilegios de que disfruta por su rango, y que se convierta en un particular como otro cualquiera, y entonces, que haga y diga lo que le venga en gana. Recibir a Aznar y no al presidente legítimo del gobierno español no ha sido por parte de Bush, un desplante a Zapatero, sino a los españoles que representa. Allá él, pero es muy triste, y muy peligroso, que un español se preste a reforzar esa actitud inelegante, por no decir hostil, hacia nuestra patria.