La ola de moralidad

DIGAN lo que digan, aunque no digan nada, es cierto que nos invade una ola de rigor moral, por supuesto mejor que la anterior, que era la contraria, pero que también puede hacer zozobrar a muchas embarcaciones. Además, a la de antes, ya estábamos acostumbrados. Se ha producido una brusca reacción al 'vale todo', que se ha identificado con la libertad, a raíz de la victoria neoconservadora de Bush. Norteamérica sigue siendo para nosotros una especie de mando a distancia, pero quizá no sea inconveniente huir de las exageraciones. Eso de que un diputado británico haya sido expulsado de su partido por haberse demostrado que mantenía relaciones extraconyugales parece excesivo. Boris Johnson era portavoz parlamentario en asuntos de Cultura, cargo perfectamente compatible con compartir el lecho de vez en cuando con una mujer que no era la suya. ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? Me recuerda a aquel diálogo teatral donde alguien decía: «Tu madre, que aunque la pobre está impedida, sin embargo te quiere tanto». No es que crea que es justa la tradicional división masculina entre niños y adúlteros. La fidelidad, que no hay que confundir con la lealtad, es siempre una virtud. Además, dicen que tiene grandes compensaciones. Lo que me parece deplorable es que la más estricta intimidad se mezcle con la gestión pública hasta el punto de que un devaneo pueda invalidar la eficacia demostrada en la gestión. A un político no se le puede exigir lo mismo que a un sacerdote. Lope de Vega, por ejemplo, no deja de ser un grandioso poeta por haber sido un mal clérigo, aunque decía que en sus amores siempre había tenido, como los ruiseñores, «más voz que carne». Ni siquiera en su caso una cosa anula a la otra. Por este camino, podemos prever un auge de la hipocresía. No ya el sabio lema de «morir negando» tendrá más seguidores, sino toda clase de disimulo y encubrimiento. Ya en el año 63 se habló mucho de «el escándalo Profumo», que le costó el cargo a un excelente ministro de la Corona. Lo escandaloso es el robo, el asesinato de Estado y la ineptitud.