Diario de León

DESDE LA CORTE

Se levanta el telón

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FERNANDO ONEGA
León

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YA EMPEZAMOS. Ya se comenzó a discutir el concepto de nación. Y con palabras sonoras: un García Escudero (PP) que bronqueó al Presidente del Gobierno por confundir nación y nacionalidad, y un Rodríguez Zapatero que acusó de fundamentalismo al PP por usar el nombre de España de forma partidista. Ya afloró la cuestión de fondo que provoca vértigos, pero late en la tensión territorial que vive este país: ¿qué es España? ¿Una nación o un estado que congrega a varias naciones? Ayer fue la primera vez que centró el debate gobierno-oposición en esta etapa democrática. Tiene razón Zapatero: el concepto de nación es el más discutido por la ciencia política a lo largo de la historia. Se pueden encontrar tantas teorías como autores. Alvaro Cunqueiro habló de «gallegos de nación». Santa Teresa, de «castellanos de nación». Pero la ciencia política y las licencias literarias no levantan pasiones. Cuando esas pasiones se levantan es cuando se aplica el término a varios territorios del mismo Estado, porque entonces aparecen fantasmas históricos, recuerdos penosos y difusas amenazas de futuro. La realidad, de todas formas, es la que es: la Cataluña política, con la excepción del PP, quiere llamarse «nación» en su próximo Estatuto. ¿Porque quiere apartarse de España? No: porque quiere integrarse de esa forma. «Dejadnos ser españoles como queramos», suele decir un importante dirigente. Hay una realidad vasca que ya nos conformaríamos todos con que se quedara en la aspiración catalana, en vez de buscar la libre asociación. Y después vendremos los gallegos, que tenemos tantas o más razones. Y León, que también tuvo su Reino. Y Navarra. Y así sucesivamente. Quiero decir con esto que del debate nacional, iniciado por sorpresa ayer en el Senado, no nos libra ni la caridad. Oiremos discursos catastrofistas. La acusación de «fundamentalismo» que Zapatero le dirigió al PP se quedará corta ante los improperios que vienen. Habrá una derecha que se envolverá en la bandera para presentarse como garantía de la unidad. Y habrá una izquierda que la acusará de apropiarse de un patriotismo rancio, no compatible con la España plural. Preparémonos. Esto no hizo más que empezar. Como ya se acercan los Reyes (Magos), este cronista les hace su lista de peticiones. Es muy corta: 1) Que la aplicación del concepto nación a las regiones no sea un paso más en la escalada de los nacionalismos hacia la independencia. 2) Que el debate sea sereno, porque una palabra «discutida y discutible», como dijo el Presidente, no debe arruinar la convivencia. Y 3) Que el señor Zapatero no esté siendo víctima del «síndrome de Estocolmo»: esa extraña simpatía que suelen sentir los secuestrados hacia su secuestrador.

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