Diario de León
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FEDERICO ABASCAL
León

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AL COLGARLE a un político la estampilla de «alma libre», se le despoja en cierto modo de su condición terrenal o se le instala al margen del ámbito razonador de su partido o en el plano de la candidez. Tal es el caso del presidente extremeño Rodríguez Ibarra, quien ha dicho en un programa televisivo de gran audiencia que «a ETA hay que hacerle ahora mismo una oferta de paz». La oferta de paz tendría carácter de ultimátum, «para que negociemos». El PSOE, al que R. I. pertenece, le habría concedido el diploma de ocurrente infatigable. El ministro de Administraciones Públicas, Jordi Sevilla, afirmaba ayer que «es obvio a estas alturas que Juan Carlos Rodríguez Ibarra es un alma libre», pero que ni en los órganos de decisión del partido ni del Gobierno se ha discutido hasta ahora el asunto. Y añadía que tanto el Gobierno como el PSOE sólo esperan de ETA «su disolución». Conviene añadir que las opiniones del presidente de Extremadura no siempre son simples ocurrencias sino que alguna de ellas, como la referida al destino penitenciario de Rafael Vera, profetizan un final trágico del ex secretario de Estado de Seguridad durante varios Gobiernos de Felipe González. Resulta imposible saber si en sus declaraciones sobre una oferta de paz a ETA influyó o no a R.I. la compañía de Carod Rovira, que se sentaba a su lado. Pero lo que la historia de los terrorismos no ignora es que el último tramo de la lucha antiterrorista, tras el profundo sufrimiento social que el terror produce, es algún tipo de negociación. En el caso de ETA, esa negociación, si llegara a producirse, carecería de todo matiz político y habría de limitarse a la entrega de las armas por parte de la banda y a algunas medidas de reducción de penas a los terroristas, a pesar del dolor que han producido a una sociedad dispuesta, sin embargo, a recibir con cierto alarde de benevolencia la llegada de la paz. Hay algo peligroso en la postura de Rodr íguez Ibarra, y al Gobierno no le ha pasado inadvertido. Dice R.I. que a ETA debe decirle el Gobierno que «están ustedes en una situación totalmente deteriorada», lo cual, siendo cierto, puede inspirar a la banda tanto una reflexión sincera que le aconseje renunciar definitivamente a la violencia como una acción terrorista de extrema crueldad para exhibir un residuo de capacidad letal. Muy atrás han quedado las frustradas conversaciones de Argel y, antes y después de ellas, los contactos discretos y extraoficiales del ministerio de Interior con la banda para tomarle el pulso y medir su temperatura siniestra. Pero desde Argel a ahora, muchas cosas ha ido perdiendo ETA en su camino, hasta el punto de haberse convertido, con la capacidad de matar que nadie le negará nunca, en una organización desorganizada, desmantelada en gran medida y sin la menor facilidad para relevar, mediante nuevas captaciones, a los comandos y reductos logísticos que van cayendo inexorablemente en manos de los cuerpos policiales. Tiene razón R.I. al decirle a ETA que «están ustedes en una situación totalmente deteriorada».

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