AQUÍ Y AHORA
Ética y psiquiatría
NO EXISTE código más vinculante que la conciencia. La propia conciencia. De ahí que los estudios de Ciencias de la Información deberían centrarse en el fortalecimiento de la conciencia del que habrá de cargar sobre sí con la responsabilidad de ser ecuánime, ético y verdadero en el oficio. Claro que eso vale para el periodista, para el periodismo, pero en puridad, ¿Qué tiene que ver la televisión con eso? ¿Qué efecto puede tener sobre la televisión cualquier estatuto de regulación del periodismo, incluso ese código superior y más exigente que cualquier otro de la propia conciencia? Ninguno. La televisión es el circo de hoy, que, como el circo de siempre, contiene algún que otro número serio, cual pueden ser los informativos, los reportajes de actualidad o los debates sobre cualquier asunto de interés, pero su mundo está regido por los principios del lucro de la empresa. ¿Un código de ética periodística para los tigres, los malabaristas, los acróbatas, los payasos, los hombres-bala, la mujer barbuda o las ecuyeres? No puede ser: si la familia circense se vuelve loca, como se ha vuelta la familia de la televisión, y gracias se tornan siniestras y sus volaterías torpes. ¿Qué hacer, sino llevarla en masa al psiquiatra? ¿Y dónde está, quién es, el psiquiatra de la televisión? Ignoro a quien se le ha ocurrido mezclar el periodismo con la televisión en el actual debate sobre los desafueros de ambos mundos. Para lo bueno debe regir el código de la conciencia; para el otro, un reglamento de espectáculos que contemple el caso de los tigres, de pronto, se comen el cerebro de los espectadores.