Diario de León
Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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EL LÍDER de ERC, Josep Lluis Carod-Rovira, conocido cariñosamente por sus correligionarios como La foca locuaz , es dueño de un irrebatible método deductivo. Cree que si Cataluña no tiene selección de hockey sobre patines, Madrid no debe tener Juegos Olímpicos. Cree otras cosas más, pero en su ardorosa defensa le perjudica su propensión a indignarse. Esa tendencia inhabilita a veces sus cartesianos argumentos. El socio de Maragall se ha revuelto ahora contra Zapatero y ha acusado al Gobierno de ejercer presiones políticas y sucias maniobras para impedir la admisión de Cataluña en la Federación Internacional de Patinaje. De esta circunstancia también ha deducido algo: que ningún catalán debe dar su apoyo a la candidatura de Madrid, que debe ser patrioticamente boicoteada. Al presidente Zapatero le están creciendo los enanos altos. Colea todavía el patinazo de Moratinos y viene ahora el patinaje deportivo-independentista. Más que una foca, alias determinado por la extensión y la textura de su bigote, el señor Carod-Rovira es una mosca cojonera. Su intermitente cólera se empeña en desmentir, una vez y otra, el piropo cervantino que proclama a Cataluña «archivo de cortesía». Procura distanciar en todo a su región y a su partido del resto de España y después de la declaración testimonial del Ayuntamiento de Barcelona en contra de los toros, quiere prohibirlos por las malas. El propósito del interlocutor de ETA es que el tótem ibérico no muera en plazas catalanas. Para probar su buen corazón aboga por suprimir el estoque, las picas y las banderillas. Si opina que Cataluña es una nación, lo primero que quiere hacer es suprimir la fiesta nacional, pero ocurre que muchos intelectuales catalanes no están de acuerdo. Le han recordado, hablando de la crueldad que exige la lidia, que las langostas se echan vivas en agua hirviendo antes de comérselas y que los caracoles, que también tienen cuernos, no son anestesiados uno a uno antes de ponerlos a la plancha. Quizá a la único que aspire don Carod sea a perturbar. Hay que reconocer que lo hace bastante bien.

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