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Publicado por
J.F. PÉREZ CHENCHO
León

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JOSÉ LUIS Rodríguez Zapatero convocó ayer al sanedrín de su Gobierno, esto es, al Consejo de Ministros, en sesión extraordinaria. Tenía como objetivo untar el buje de la reforma de la ley orgánica del Consejo General del Poder Judicial. Fue rechazada la semana pasada por siete votos de diferencia. Necesitaba 176 -mayoría absoluta- y se quedó en 169. El eje gubernamental chirrió porque no lo lubricaron 18 diputados absentistas del partido que sustenta al Gobierno y otra treintena de otros grupos. Deplorable. Estaba en juego la reforma de la ley del Poder Judicial. Un proyecto de largo alcance. Con el estreno del nuevo año hay que renovar once plazas del Tribunal Supremo, entre ellas cuatro presidentes de sala y varios responsables de tribunales de justicia. Sin la reforma, la mayoría conservadora continuaría instalada en uno de los poderes fundamentales del Estado, el Judicial. El Partido Socialista tendrá que poner todos los medios para que no se repita el lamentable espectáculo de la semana pasada. Ha llegado la hora de que ZP dé un puñetazo en la mesa. Los diputados, parece mentira que haya que recordárselo, tienen la obligación de asistir al Parlamento y más si se vota una ley orgánica. La sesión extraordinaria del Consejo de Ministros no veló el protagonismo del día: la comparecencia del ex presidente José María Aznar ante la comisión de investigación por el atentado del 11-M. No se salió ni un milímetro del guión previsto, a lo que ha contribuido la torpeza de los miembros de la comisión. Hacían sus propios discursos más que preguntas al compareciente. Y, por supuesto, también contó la incabable capacidad de Aznar para darse la razón a sí mismo. Al final de la sesión las conclusiones, según Aznar, serían las siguientes: El atentado lo cometió un grupo terrorista islámico, pero no se puede descartar que participara ETA, aunque no tenga ninguna prueba, y digan lo que digan los máximos expertos en la lucha antiterrorista nacionales e internacionales. Según Aznar, y a pesar de lo que ya sabemos, el Gobierno no mintió el 11-M cuando dijo que era ETA la autora del atentado. Sí mintieron, en cambio, y manipularon la realidad los que rotundizaron que ETA no fue la autora de la masacre, sino integristas islámicos. Para Aznar la verdad está en sus propias palabras y no tiene necesidad de ser contrastada con los hechos. Finalmente, también según Aznar, el Gobierno no pecó de imprevisión tras el atentado a la Casa de España en Casablanca. Para Aznar la conclusión es que los responsables policiales, de la guardia vicil y del CNI, no le advirtieron de que España se había convertido en objetivo terrorista prioritario de Al Qaeda. Es decir: echó toda la culpa sobre la chepa de los subordinados. Una copia calcada a lo dicho por Trillo sobre el Yak-42. También se lo oimos en su día a Álvarez Cascos y a numerosos ministros del último Gobierno popular. La comparecencia de Aznar ha servido de poco o de nada para conseguir el objetivo final: prevenir atentados de esta naturaleza. Pero sí ha servido para volver a comprobar cómo no se puede razonar si se quiere seguir con los ojos abiertos a la realidad, en lugar de su propio discurso absurdo y ensimismado.