EL RINCÓN
Luz, más luz
NOS HEMOS acostumbrado a pulsar un botón y que la luz se haga. No es lógico. Miles de generaciones no han podido hacerlo. Para poder verse las caras tenían que esperar el amanecer, ese espectáculo grandioso que desdichadamente sucede a altas horas de la mañana. Mi abuela Emilia, que era listísima y semianalfabeta, cosas tan compatibles como ser profesor de instituto y tonto de capirote, vio llegar la luz a su pueblo. En Alfarnate se alumbraban con velones, por lo general de Lucena. Ella, cuando tenía tres o cuatro años, vio llegar el tendido eléctrico y desde entonces creyó en milagrerías, aunque de manera muy restringida. Chesterton, al que nunca leyó por razones obvias, decía que lo más curioso de los milagros es que ocurren. En su ciclo vital, que superó los 95 años, le dio tiempo a ver cómo se hizo la luz en su pueblo y cómo el hombre ponía el pie en la Luna. La recuerdo frente al televisor. «Bendito sea Dios» era lo único que decía. No quiero que se me olvide, para que este andarme por las ramas de mi árbol genealógico se entienda por qué viene a cuento, es que aquella admirable anciana se desayunaba con una copa de Machaco, bebía leche de cabra y jamás se puso una inyección. No se dejaba. Me acuerdo de ella ahora por las continuas averías eléctricas. Los apagones se califican de «acciden tes» y las compañías consideran imprescindible que la Industria aumente el pago de la distribución. Llevamos cinco meses intermitentemente oscuros. Importantes cortes de suministro eléctrico se han registrado en distintas ciudades: Sevilla, Madrid, Melilla, Huelva, Badajoz y ahora Málaga, que tuvo más suerte porque el corte se produjo en la madrugada y salvo algún noctámbulo que se quedó en el ascensor, con su bien ur dida coartada, no perjudicó a demasiada gente. Nos habíamos habituado a creer que es lo más natural del mundo dar a un botón y provocar la inmediata respuesta de una lámpara. No es así. Yo me sigo asombrando, como mi abuela Emilia. A lo que hay que acostumbrarse es a que se enriquezcan las compañías eléctricas por su deficiente servicio y a quedarnos a dos velas.