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Publicado por
MARÍA J. MUÑIZ
León

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VOY A HACER un sabroso kit-kat en lo del pacto, espero que me perdonen la osadía. Casi me siento como el pato que dijo «cua» en una conversación de pollos donde sólo se oían «píos», pero allá voy. Esa red de redes que se ha colado por todas las rendijas del mundo que se considera civilizado ha servido para que los graciosos se encuentren en su salsa. Decora uno un comentario, dibujo o foto chistoso, se lo envía a diez amigos, estos a otros diez amigos,... y se convierte en un chiste universal. Entre los chascarrillos más abundantes están aquellos que inciden en los tópicos que diferencian a los hombres de las mujeres, lo de venus y marte, ya saben. La pasada semana me enviaron uno que me llamó la atención porque, como casi todas estas bromitas, son como la vida misma. Este Manifiesto de los hombres decía, entre otras cosas: «Los hombres sólo vemos dieciséis colores. El melón es una fruta, no un color». Me recordó a la tía Amalia, que para dar solución al revoltillo cromático de su nieto, le propuso definir así los colores que no identificaba bien: rojo carmesí granate vivo oscuro. Este señor, uno de los daltónicos más salaos que conozco, tiene también una respuesta universal para cuando le acosan intentando que especifique un color que él no puede distinguir: «Beige, que es lo que decís todos cuando no sabéis qué color es». Por cierto, el color melón es un tono amarillento, con ligera tendencia verdosa, nada que ver con los amarillos pollito, que desde luego está en la gama de los colores ácidos, lo más alejado de los pasteles. ¿No es tan complicado, no?