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«POR DECIR la verdad hay que dar cuentas y quienes mienten son quienes piden cuentas». Estas palabras de Gaspar Llamazares, portavoz de Izquierda Unida, quizá resuman mejor que otras la paradójica situación a la que hubo de hacer frente ayer el ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, emplazado a dar explicaciones tras haber acusado al gobierno presidido por Aznar de haber apoyado el golpe de Estado que intentó derrocar a Hugo Chávez en Venezuela. El ministro pidió disculpas por las formas, reconoció la inoportunidad de semejante afirmación (realizada en un programa de televisión), pero no retiró la verdad de lo dicho. En cualquier otro país habría sido suficiente para dar por zanjado el incidente porque en el ánimo de todos está cual fue la actuación del Gobierno que presidía José María Aznar cerca del empresario caraqueño Pedro Carmona que, como se recordará, llegó a autoproclamarse presidente de Venezuela mientras Hugo Chávez, presidente constitucional permanecía preso en dependencias militares. España es diferente y los dirigentes del PP parece que disfrutan con acentuar esa distancia que en orden a los usos y costumbres parlamentarias nos separa de Francia o el Reino Unido. Parece que la consigna es tensar la cuerda. La sombra de Aznar es tan alargada que se confunde con la de un Mariano Rajoy que al sobreactuar se le ve fuera de papel. Quizá no pueda hacer otra cosa porque está rodeado de aznaritas, pero lo cierto es que con sus discursos apocalípticos cada día se aleja un poco más del centro que en sus inicios proclamaba como vocación . «Nada funciona, todo es un desastre» -proclama-, mientras las encuestas aprueban al Gobierno y suspenden a la oposición. El lunes pedían la destitución del coordinador de asuntos Iberoamericanos en Exteriores, el martes querían reprobar al presidente del Congreso,el miércoles pedían la destitución de Moratinos. Demasiadas cuerdas para un violín al que buena parte de los ciudadanos quisiera ver más ponderado en la descripción de los fallos del Gobierno que preside Rodríguez Zapatero. Crítico pero capaz de ofrecer otra alternativa que no sea la bronca permanente en la que está convirtiendo su discurso de oposición. Pedir que el ministro de Asuntos Exteriores de explicaciones por lo dicho en la televisión sobre el golpe de Estado de Venezuela entra dentro de la lógica. Llevar el registro hasta el límite de la crispación, no parece lo más inteligente. ¿Por qué? Pues porque si insisten,acabarán convirtiendo este asunto en un bumerán porque quienes tenemos memoria recordamos perfectamente lo ocurrido en Caracas la segunda semana del mes de abril del año 2002.