TRIBUNA
En esta nuestra comunidad, señor Cuesta
El pasado día 2 de diciembre acudí a la reunión de mi comunidad de vecinos estando en total desacuerdo con lo ocurrido, no por lo que se votó, que también, sino por cómo se votó. Verán ustedes, el objeto central de la reunión nos llevaba a discutir los estatutos de la comunidad porque la nueva ley de propiedad horizontal nos obligaba a adaptarlos. Tengo que confesarles que nuestra comunidad es muy antigua, casi del siglo XIX. En la primera reunión de vecinos que tuvimos, con carácter previo, acordamos que un representante de los propietarios del lado derecha, pisos con muchos más metros, redactase los nuevos estatutos con un representante de los vecinos del ala izquierda que, aunque propietarios de apartamentitos mucho más pequeños, también forman parte de esta nuestra comunidad. Hasta aquí todos estábamos de acuerdo, porque parecía razonable en un democracia comunitaria. Aprovechando que teníamos que redactar unos nuevos estatutos, comenzaron a plantearse ciertas cosas interesantes para esta nuestra comunidad. Así, el propietario del primero izquierda, planteó la posibilidad de que instalásemos un videoportero que sustituyese a aquel viejo microlarbi que, tan buen servicio nos dio, pero con frecuencia obligaba a los vecinos del primero a tener que desplazarse hasta la puerta del portal para tener que abrirla cada vez que se atascaba. Los propietarios del ala derecha se opusieron porque las nuevas tecnologías descarnaban la esencia de esta nuestra comunidad, denodadamente representada por aquel querido microlarbi. Del mismo modo, y como el Bernesga pasa por León, los propietarios del ala izquierda, aún sabedores que somos menos importantes, en número y en ¿caché?, desde nuestra humilde posición, propusimos que los nuevos estatutos, respetando la proporcionalidad (es decir las cuotas de cada vivienda de los propietario del edificio), estableciésemos un sistema que garantizase siempre la representación de los propietarios minoritarios. El vecino del cuarto derecha, hombre de gran elocuencia, sin duda, argumentó que eso iba en contra de la ley, que era antidemocrático y que, en definitiva, rompía la tradicional cohesión de esta nuestra comunidad en la que siempre habían mandado los del ala derecha (me refiero a los pisos). Cuando los propietarios del lado izquierda, ¡incautos!, pretendimos defender que todos formábamos parte de la misma comunidad el vecino del sexto, ese señor calvo y gordito que siempre hay en todas las comunidades, comenzó a vociferar que éramos desleales, que veníamos a romper la votación y que, en definitiva, la democracia consistía en una cuestión de números: la mayoría, no lo que más nos conviniese. Ah qué tiempos aquéllos en los que el general convocaba plebiscitos que siempre ganaba por inmensa mayoría (¿no era una cuestión de números?). Tanto insistió el vecino del sexto derecha, que el señor presidente de esta nuestra comunidad ordenó que se procediese a la inmediata votación. El vecino del cuarto izquierda tuvo la osadía de plantear que la votación fuera secreta, para que ninguno del ala izquierda o derecha se viese condicionado a la hora de emitir su voto. Querido amigo del cuarto, cómo te pusieron. Tú que siempre has sido un demócrata convencido te viste convertido en la reencarnación del peor Alfonso Guerra a los ojos de aquella asamblea. Acto seguido realizamos la votación, a mano alzada, como es lógico y normal en las reuniones de vecinos. Tengan en cuenta que si la votación se alargaba, los vecinos del ala derecha tendrían que bajar inmediatamente a comer, que no se puede llegar tarde. Luego en esos corrillos que se montan después de todas las reuniones de vecinos, cuando ya nadie tiene prisa por llegar a comer, los más ilustrados del ala derecha (me vuelvo a referir a los pisos) justificaban el sistema de votación. A mí, incluso, me invitaron a una caña mientras escuchaba tan brillantes razonamientos. ¡Cómo se va a votar con urna!. Eso es más propio de profesionales del derecho y gente rara así. Al fin y al cabo, señor Cuesta, esta es nuestra comunidad, ¿verdad?; y los del ala izquierda siempre estuvimos del lado de la democracia, como todos sabemos. Querido lector, permíteme que no te cuente cuál es esta nuestra comunidad; corporativamente hablando, si hubieses presenciado nuestra reunión de vecinos, el próximo día que discutas con el del primero derecha, irás a hablar con el pescadero, con el carnicero o con el primer amigo que te encuentres. Esto es una ironía, amable lector, pero cosas parecidas también pasan en el Colegio de Abogados de León.