Chao Pilarín

MIRA QUE SOIS cabezonas las de la montaña, Pilarín, las de Busdongo y las de Babia. Y mucho más las de los dos sitios, como tú. Porque sacarme a mí de quicio puede ser más o menos fácil, y lo que te prestaba además, pero para aburrir a la parca hay que tener un par. Mira que te gustaba el debate, Pilarín, que no te pronunciabas hasta que ya sabías de qué palo iba el resto del corrillo y siempre lo hacías por donde veías que más podías animar la charla. Eso sí, cuando algún cazurrete como yo se acababa por enfurruñar, enseguida venías con esa sonrisa tuya y decías con ese tono zalamero: «Veeenga Juanqui, no seas así. Vale, que tienes razón tú». Y todo arreglado. Mira que eres guapa y buena moza... y coqueta también, que con esa carita y ese tipo ya podrás, jodida. Por eso te debía de tener envidia la de negro y te ha buscado las vueltas. Pero tú no se lo pusiste fácil -¡a buen sitio fue!- y llevas más de cinco años robándole tiempo al tiempo. Y además siempre con una sonrisa, para que se joda, contagiando alegría a los que están a tu alrededor y disfrutando de la vida, de las cañitas y de las tapitas, aunque fuera a escondidas y después te riñeran los médicos. Te mandamos una cuelga de flores, que es lo mejor que se nos ha ocurrido, y las hemos regado con muchas lágrimas, que ya sabemos que no te gustan ni un pelo, pero nos tienes que perdonar. Dales un beso a Paco Pons y a Pedro Ordás, ayúdale con las cuentas a Paco Sarabia y entre los tres nos vais guardando un sitio bueno, y no de esos cutres que siempre nos reservan a los de la prensa. Pero sin prisas, ¿eh, Pilarín?