DESDE LA CORTE
Los pares, españolismo
A MI JUICIO, la transición política española terminó un día como el de ayer, 8 de diciembre de 1.982. En esa fecha, Felipe González, que llevaba unas semanas al frente de un gobierno que tenía el respaldo de 202 diputados, acudió a la División Acorazada Brunete. La parte del Ejército que representaba la ocupación militar interior desfiló por primera vez ante un presidente socialista. La foto de ese acto simboliza para la historia el final del ruido de sables que nos había acompañado durante siglos y el comienzo de la sumisión militar al poder civil. Veintidós años después, otro presidente socialista, Rodríguez Zapatero, celebró la fiesta de la Patrona de Infantería en la ciudad de Toledo. Han cambiado los tiempos. Los mismos ejércitos que antaño pensaban en la intervención política interna ahora efectúan misiones por el mundo, y se hará una ley orgánica que regule las condiciones en que serán enviados. Pero hay un papel que la Constitución les atribuye: mantener la unidad de la nación. Esa función ha sido recordada en los últimos días por políticos independentistas, que temen lo que llaman una «invasión» de su territorio. En ese ambiente les habló el ministro José Bono y les dijo un discurso patriótico, como es habitual en su persona. Ya se sabe que Bono, cuando se pone en plan castrense, parece un capitán general. Censuró el «antiespañolismo» y pronunció la frase que hoy aparecerá en más titulares: «En España, hoy, no cabe más que lo que cabe en la Constitución». Hace unos meses hubiera sido la expresión más obvia de cuantas puede decir un ministro. Hoy, cuando se ha creado un clima de reforma de la Constitución, casi parece una herejía. Tanto es así, que el PP, cada día más convertido en guardián de la ortodoxia propia y ajena, se apresuró a decretar la incompatibilidad de Bono con su gobierno: debe abandonar su puesto.No es para tanto, ni mucho menos. Pero la expresión del ministro de Defensa, que tantos españoles estamos dispuestos a suscribir, es una muestra del cacao mental que sufre este Gabinete. A fecha de hoy no sabemos algo tan fundamental como esto: si la Constitución debe abrirse para que se encuentren cómodos en ella todos los que ahora mismo no encuentran acomodo, o está tan cerrada, que «en España no cabe» lo que no está dentro. Quizá ocurra que este gobierno, como todos, ha aprendido a utilizar el lenguaje según quien sea su interlocutor. Si habla con nacionalistas, ensalza la España plural. Si habla con ciudadanos de uniforme, busca en el diccionario el españolismo. «Tiene días», como el reloj del chiste gallego. Los días impares toca apertura y ayer, como era par, tocó apretar las filas. Y así vamos tirando. Es decir, renqueando.