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Publicado por
FEDERICO ABASCAL
León

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EL PP ESTÁ evidentemente embravecido, y el Gobierno del PSOE aparentemente debilitado. Pero la bravura 'popular' podría resultar más efímera a corto plazo que la debilidad socialista. Y es que, en política, un Ejecutivo débil puede ser duradero, mientras que una estrategia de oposición desmedida acaba a veces asfixiándose a sí misma. No se asfixió el PP, sino todo lo contrario, en su oposición durante el trienio 93-96, aunque podría asfixiarse actualmente si no se percatase de que la sociedad española tarda un tiempo, notablemente largo, en metabolizar las críticas de la oposición y hacerlas suyas. Si en el Congreso se quedó solo el Grupo Popular el pasado jueves, por la tarde vio el PSOE en el Senado cómo entre el PP y las tres siglas nacionalistas, CiU, PNV y BNG, vetaban nada menos que los Presupuestos Generales para el 2005. Al grupo socialista no le apoyaron más que las fuerzas políticas que gobiernan la Generalitat de Cataluña, contra las que el PP lanza duras invectivas. Pero el PP unió sus votos al de los nacionalismos catalán, vasco y gallego, a los que tanto ha denostado, sobre todo a los dos últimos, por lo que no le quedan siglas por denostar. No estuvo solo el PP en el Senado al vetar los Presupuestos del Gobierno, pero no es lícito decir que estuviese acompañado. Esa acción conjunta de nacionalistas y populares no responde a un frente político sino a una pura coincidencia parlamentaria. Coincidencia que privó al Gobierno de todo apoyo nacionalista, dejándole en manos de los soportes que mantienen al Gobierno de Maragall. Dada la estrategia opositora del PP, cabría deducir que los dirigentes de Génova 13 o, al menos, los más impacientes acarician la ilusión de una legislatura corta, tras verse metido Zapatero en varios callejones sin salida, porque el PP es el que tiene la llave para abrirlos. Por ejemplo, las reformas constitucionales, la renovación del Consejo General del Poder Judicial o el referéndum sobre la Constitución Europea. Las reformas de la Constitución española no pueden prosperar sin el beneplácito del PP; la negativa popular a negociar con el resto de fuerzas políticas el nombre de los miembros que las Cortes votan para renovar el CGPJ sería un semiultimátum a la legislatura, y un éxito tibio del referéndum de febrero, por pasividad disimulada del PP en la campaña a favor de la Constitución Europea, rebajaría el perfil que Zapatero quiere lograr como estadista. En la dirección popular hay políticos que diferencian, y así lo aseguran en privado, las circunstancias del trienio 93-96 y las actuales, con un Gobierno aún sin el menor desgaste, a pesar de sus errores, y con una sociedad apacible y muy cansada ya de que en la vida pública hierva la sangre. La debilidad incómoda del Gobierno podría durar los cuatro años de legislatura.