Diario de León

TRIBUNA

Gracias, Felipe González

Publicado por
MÁXIMO ÁLVAREZ RODRÍGUEZ
León

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RECIENTEMENTE, en un artículo titulado «Dar caña a la Iglesia», he escrito que, viendo lo que ahora se ve, me resulta más fácil comprender que Felipe González ha demostrado ser una persona inteligente y con un sentido de estado que ahora otros parecen no tener. Sin pretender canonizarlo, mirando hacia atrás, resulta fácil darse cuenta de que en sus catorce años de gobierno estuvimos muy lejos de la tensión Gobierno-Iglesia Católica que se está viviendo en los momentos actuales. La aparición de un artículo de Felipe González en El Periódico de Cataluña el día 24 de noviembre, bajo el título de «Laicidad y confesionalidad», me ha sorprendido gratamente, ayudándome a reafirmar los elogios al ex presidente González en lo referente a sus relaciones con la Iglesia. Desearía que lo leyeran y tuvieran en cuenta aquellos que durante tantos años lo han tenido como líder indiscutible. Dicen que es de bien nacidos ser agradecidos y en este sentido Felipe lo es al afirmar su «condición de cristiano de formación, ineludible la definamos como la definamos». No es ningún secreto que su vocación política nació precisamente en grupos de jóvenes cristianos comprometidos de Sevilla, como ha ocurrido con otros muchos dirigentes políticos y sindicales de izquierda, que recibieron formación y enorme apoyo de la Iglesia durante la transición. En unos momentos en que muchos hacen gala con arrogancia de su ateísmo o agnosticismo, González afirma: «no me sitúo entre los ateos, ni siquiera entre los agnósticos, sino entre los que perdieron su fe y sufren una especie de minusvalía para hacerse comprender por los que la usan como arma de combate por sus creencias». No cabe duda que se adivina una especie de nostalgia por sus tiempos de creyente. Dedica Felipe buena parte de su artículo a recordar con simpatía y admiración al entonces Secretario de Estado del Vaticano, Mons. Agostino Casaroli, del que dice: «Era un hombre inteligente, culto y experimentado como pocos de los que he conocido. Ya ocupaba su cargo cuando se firmó el Acta Final de Helsinki, allá por el año 1974, que marcaba una etapa diferente en las relaciones entre el Este y el Oeste de aquella época de guerra fría. En ninguna de las conversaciones que mantuve con este hombre dejé de sentir el placer intelectual de sus palabras. Y aquella ocasión en la Moncloa no fue una excepción, más allá de contenidos difíciles en la relación entre el Vaticano y el Gobierno español». Precisamente este Obispo representa a una Iglesia renovada y dialogante, tras el Concilio Vaticano II, dispuesta a prestar un gran servicio a la humanidad, y Felipe supo comprenderlo inteligentemente. Más adelante prosigue el artículo con una serie de datos en los que intenta demostrar que mientras gobernó trató bastante bien a la Iglesia. En efecto, basta comparar con el momento presente para darle la razón. Alguien vendrá que bueno te hará. Lo cual no quiere decir que no hubiera tensiones o que todo fuera perfecto, pero sensiblemente mejor que lo presente. Otra grata sorpresa que nos da Don Felipe en su escrito es la mención que hace del sacerdote Martín Patino por un artículo publicado en El País bajo el título «Respetar la laicidad». Por si no lo saben, Martín Patino fue un gran colaborador del Cardenal Tarancón y junto con él desempeñó un importante papel en la transición política. Se dice, incluso, que fue éste cura el autor material de la famosa homilía leída por Tarancón ante el Rey Juan Carlos I en los Jerónimos de Madrid, un espléndido programa para instarle a promover la democracia. He leído el artículo de Patino y me ha parecido espléndido. Me alegra saber que Felipe González también sea de la misma opinión. Si Zapatero y quienes le rodean lo leyeran y lo entendieran probablemente desaparecería esta absurda tensión que estamos viviendo. Permítaseme citar alguna frase de Martín Patino: «La laicidad europea hunde sus raíces en la tradición cristiana. El reconocimiento de la laicidad del Estado y de la política es hoy algo evidente y está en el corazón de la identidad de Europa. Ni el hebraísmo, ni mucho menos el islam, pueden afirmar esta verdad cristiana de manera tan tajante. Y cuando no ha sido así, la Iglesia misma se llenó de nubarrones». Ahora bien, continúa Patino: «su versión extrema, el «laicismo», entre nosotros, se deja llevar por una exagerada vigilancia, que pretende expulsar del espacio social a todo lo que huela a religioso». Continúa Martín Patino aludiendo al importante papel que el Vaticano II concede al laicado. ¿No les parece que algunos de nuestros gobernantes actuales padecen ese «resentimiento adolescente»? Para terminar, agradecería a los del pensamiento único que tuvieran presentes las palabras con que Felipe González con bastante sensatez y sentido común termina su más que interesante y esclarecedor artículo: «La Iglesia católica o, si prefieren, la cristiandad, es demasiado importante en nuestro espacio español y europeo, más allá de los aspectos relacionados con la fe, para que se caiga en la tentación de utilizarla de manera excluyente». El que tenga oídos para oír, que oiga.

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