EL RINCÓN
El boicot
EN CATALUÑA ya han empezado a darse cuenta, por vía etílica, de qué clase de personaje es Josep Lluis Carod-Rovira. Convergencia i Unió, que quizá anduvo algo remisa en acusarle de pactar con el terrorismo etarra a condición de que no asesinara en su región, comunidad, territorio o como quieran llamarle, y se limitase a matar en todos los demás, le acusa ahora vehementemente de provocar el boicot al consumo de cava. El diputado Joan Raventós ha sido muy explícito en su arremetida contra el hirsuto líder republicano y ha dicho que el tal Carod-Rovira es igual de destructivo para el Penedés, como marca productora de cava, «como el granizo que daña la cosecha». Se confirma aquello que gustaba repetir el general Perón en la alta madrugada del restaurante 'Mayte': que la parte más sensible del organismo humano es el bolsillo. Una injusta leyenda asegura que para muchos catalanes es una auténtica zona erógena. Al final de sus días, Perón, que no se despeinaba por mucho viento que soplara del Guadarrama, estaba convencido de dos cosas: de eso y de que es un error enfrentarse, aunque sea de modo lateral, con la Iglesia. El boicot a la bebida pseudónima es una respuesta a unas estúpidas declaraciones de Carod cuestionando la candidatura de Madrid 2012, pero la respuesta, al parecer, se ha extendido por toda España y el «efecto rebote» está haciendo que estas Navidades se venda mucho menos cava catalán y que hasta los más pobres compren Moet Chandon o, haciendo un notable esfuerzo, Dom Perignon. La anulación de los pedidos del plagiado líquido, que hay que reconocer que está tan bien imitado como algunos cuadros de Dalí, es constante. Lo que nos faltaba es que además del trasvase del Ebro se dificultara el del cava. En La Mancha se dice eso de que «un tonto jode a un pueblo». Parece que sucede en cualquier sitio, pero habría que esforzarse por corregir esta situación. El champán del país de origen y el cava están habitados por muchachas rubias y contentas. Son inocentes. No debemos reprobarlas.