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Publicado por
VICENTE PUEYO
León

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SUCEDIÓ en el hipermercado: «Comprando tres productos de esta marca le regalamos un turrón crujiente». «Oiga, que si me da el turrón crujiente, que llevo tres productos de esta misma marca». «Es que tienen que ser tres barras de turrón de la misma marca». «¿Cómo? ahí dice tres productos de la misma marca...». «Ya pero es que el cartel está puesto donde las barras de turrón». «Pero, oiga, tres productos son tres productos, ¿o no?». «Bueno, se lo daré...». Las palabras son las palabras. Y son tan importantes que nombramos, comprendemos y nos imaginamos el mundo entero a su través. Por eso cuando se escribe «comunidad nacional» vasca o catalana» está muy claro el cartel y lo que se vende. ¿Se acuerdan ustedes, por ejemplo, de cuando lo que se habla por aquí se llamaba español? No hay que llamarse a engaño; todo tiene explicación: Constitución de 1978: «El castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla». ¿Está escrito o no? O sea: el español ya no existe; ¿no lo habían notado?. Para oir hablar de español hay que irse a Bolivia. Y a reclamar al maestro armero. Ahora, relativizando lo irrelativizable, (y entre la sonrisa cómplice de los nacional-autoderministas de las periferias asilvestradas que nos gobiernan), se busca, en un juego de palabras, la solución a nuestro agotador, y ya ceporro, conflicto consuetudinario. Pero si se inventa «comunidad nacional» habrá que reinventar «nación española» y ese sí que es un invento de mil pares de narices. Con lo que ha llovido en este lar.

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