AL TRASLUZ
Padres
HOY ES la noche. La tradición se convierte en una antorcha que todo lo ilumina. Y la tradición, ya lo advirtió Evola no debe ser confundida con los valores burgueses. Nuestros padres celebraron esta noche antes de que nosotros existiéramos, y sus padres, y los padres de sus padres... la celebraron con manjares o con un humilde caldo de gallina, no importa. Frente a la fascinación hipnótica de lo novedoso, hoy nos rendimos ante algo cuyo misterio es su repetición, lo ya sabido, y pese a ello continúa siendo un descubrimiento espiritual. Qué misterioso es el bien, anhelar paz en la tierra a los hombres de buena voluntad. Y hay algo que me parece aún más extraordinario que el protagonismo de los niños: la presencia de los padres. ¿Hay tesoro mayor que ser adulto y tener a tus padres contigo? ¿hay emoción más intensa que sentirlos presentes después de que hayan fallecido, que seguir teniéndolos como referentes de conducta, espejos invisibles en los que mirarnos y someternos a su aprobación? Una de mis escenas preferidas de El señor de los anillos es cuando el rey Theoden agoniza entre los brazos de su hija, en la batalla de los campos de Pelennor: «Voy a reunirme con mis padres, y les podré mirar sin vergüenza», dice el viejo monarca. Recuerdo que Vela Zanetti me contó que todos los días dialogaba con el suyo. Hoy es la noche. Lo mejor de la condición humana puede hoy ser sintetizado en una pareja que mira absorta a su hijo recién nacido. Pero todavía más, en un adulto que comprende que todo se lo debe a sus mayores. Y que, como Ciudadano Kane , anhela aquel primer juguete, sepultado entre espejismos.