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Publicado por
JESÚS ULLOA BARROCAL
León

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AHORA que soy una persona integrada en la sociedad actual, ahora, que aún consumo, ahora que el tiempo aún no me marca, ahora, quiero denunciar mi futuro. Yo seré un excluido social, sí. Y lo seré, porque denuncio la explotación infantil en la realización de ropa, juguetes, equipos electrónicos o cualquier otro producto que de ello se sirva, para bajar su precio. Porque denuncio lo que eufemísticamente llaman deslocalización, que no es más que llevarse las empresas allí donde los costes son inferiores, sin tener en cuenta las condiciones laborales de los trabajadores que intervienen en el proceso productivo, ni el impacto sobre el medio ambiente que tiene las empresas instaladas en lugares lejanos, y bien localizados por el poder económico. Porque procuro no comprar los productos que se fabrican sin tener en cuenta las condiciones loaborales de los trabajadores o la influencia de los procesos productivos sobre el medio ambiente. Porque grito a los cuatro vientos estas verdades. Porque me da mucho que pensar, la calidad moral de quienes compran tales productos arguyendo hipócritamente que «aunque se paguen salarios míseros, por lo menos tienen para comer, cosa que si no se pagaran esas miserias quizá no tendrían con qué sobrevivir». Porque denuncio la hipocresía social de los que me rodean, que ahora que vivivmos las fechas más comerciales del año, adquieren juguetes, para regalar a sus hijos el día que vienen los Reyes Magos, fabricados en condiciones indignas, o sin molestarse siquiera en saber en qué condiciones se han producido los mismos, para entregárselos a sus hijos para que jueguen y se diviertan, con el producto que otros niños han fabricado dedicando su tiempo de juego al trabajo en condiciones laborales, salariales y sociales indignas. Porque no admito que se mienta a los niños en algo tan simple como es la realización de un acto consumista que se realiza los días previos al 6 de enero por unos padres cuyo único temor es que sus hijos lleguen a saber que los Magos son una realidad virtual y luego no tengan con qué engañarles para que se porten bien (revoltosos). Y bombardean a sus hijos con juguetes para suplir el tiempo que no tienen para jugar con ellos, para escucharles, para ir a visitar lugares con ellos, para, en definitiva, vivir. Porque no llevo marcas, es más las evito. Porque lo único que hago es vestir mi cuerpo para que no se escandalicen mis vecinos. Pero no me cuelgo carteles, ni soy un único viviente, andante, inconsciente, insolidario. Porque veo casi todas las celebraciones que nos imponen como un acto más de consumismo. Un acto carente de valor y sentido. Porque no se celebra nada si no hay un regalo. Porque el regalo es un producto no un halago para el otro. Un producto que se compra, no que uno se hace. Porque no tolero al joven que va arrastrando sus pantalones porque es moda, llevándose todos los «escupitajos» que algunos maleducados estampan en la vía pública, o las cacas de los perros, que propietarios despreocupados no recogen, o en definitiva, cualquier mierda que por el suelo encuentre, y que inconscientemente recogen con su moda inconsciente. Porque no tolero que se use un producto que es para hacer deporte (playeros) como zapato de uso común ordinario y generalizado, ignorando el perjuicio que tal uso hace en los pies de los jóvenes. Porque yo colaboro voluntariamente, altruistamente, en una organización social y cuando lo digo me llaman tonto, por no cobrar por ello, mientras que en otras muchas organizaciones sociales existen muchos directivos que cobran lo suyo y lo ajeno y encima se cubren de gloria de decir que su organización no tiene ánimo de lucro. Tu organización no, pero tú sí. Porque soy un ser humano que piensa y razona y eso no se admite socialmente. Se admite la oveja que sigue al rebaño, no se admite a la oveja que sale del redil, llamándola descarriada por el mero hecho de salirse de él. Sigo y seguiré así, aun cuando ya vaticinio que seré un nuevo excluido social. Soy un proyecto de excluido social, porque aplico la máxima «lo que no quieras para ti, no lo quieras para los demás». Quizá el futuro del mundo esté en los excluidos. Porque otro mundo mejor, para todos, es posible.