LA VELETA
Cambó tenía razón
LAS REFORMAS anunciadas de los Estatutos vasco y catalán van a acabar con la sagrada unidad de la patria española. Los proyectos de Ibarretxe y de Maragall conducen al desastre. «Van a acabar con 2000 años de historia», ha proclamado un afamado predicador radiofónico. Por lo visto, cuando nació Cristo, España ya era una nación, única e indivisible. Y por si fuese poco, ahora nos sale el Partido Socialista de Euskadi presentando un proyecto alternativo al de Ibarretxe en el que se habla de «comunidad nacional» refiriéndose al País Vasco. ¡Hasta ahí podríamos llegar!, protestan voces airadas. Y recurren al artículo 8,1 de la Constitución en el que se dice que las Fuerzas Armadas tienen como misión defender la integridad territorial de España y el orden constitucional. ¿Quiere decirse que las Fuerzas Armadas podrían intervenir para evitar que los proyectos nacionalistas lleguen a buen término? ¿Contra quién tendrían que luchar las Fuerzas Armadas?. Porque ni Euskadi ni Cataluña cuentan con sendos ejércitos para tratar de imponer sus proyectos y a los que deberían enfrentarse las Fuerzas Armadas españolas. Lo que los nacionalistas vascos y catalanes proponen son ideas recogidas en sus proyectos de Estatutos. Y los ejércitos no están para luchar contra las ideas. Salvo que éstas sean defendidas por las armas de un ejército enemigo. ¿A qué viene esa especie de amenaza recordando el precepto constitucional?. La Constitución, junto con los Estatutos, establece el procedimiento a seguir para la reforma de los mismos. Incluso si esa reforma estatutaria exigiese la de la propia Constitución. Y son las Cortes Generales las que en última instancia han de aceptar o rechazar los proyectos que cada Comunidad Autónoma decida para modificar el texto de su Estatuto. Los proyectos catalán o vasco, que tanto preocupan, pueden ser rechazados por las Cortes. Aunque lo más conveniente sería que antes se intentase llegar a acuerdos durante la tramitación parlamentaria de los proyectos de reforma, mediante el esfuerzo de todos. Rechazar de plano las propuestas nacionalistas sería no solucionar el problema. Conviene recordar las palabras pronunciadas por Cambó el 13 de diciembre de 1.934, cuando se iba a aprobar la suspensión del Estatuto de Autonomía catalán: «Ese texto que vais a votar implica que el problema catalán continuará perturbando meses y años la vida política española. Porque no os hagáis ilusiones. Pasará este Parlamento, desaparecerán todos los partidos que están aquí representados, caerán regímenes, y el hecho vivo de Cataluña subsistirá». La historia ha demostrado que Cambó tenía razón.