Un plan especial

EL GOBIERNO hace planes todos los días, del mismo modo que los hacemos nosotros para librarnos de los planes gubernamentales, pero como no todos los días son de Navidad, gracias a Dios, este plan es especial. Se trata de un plan antiterrorista cuya misión es impedir atentados, ya que según José Luis Rodríguez Zapatero, existen «indicios crecientes de gravedad». Con esa alarma islamista terminamos el año de desgracia de 2004 en el que se produjo la matanza de Atocha. Así y con la comprobación del avanzado desguace conseguido por lo que se ha dado en llamar «la deriva nacionalista». Rosa Díez cree que el término comunidad nacional es propio del franquismo, Ibarra opina que hablar de identidades y privilegios no lo puede compartir nadie que sea socialista y Bono advierte que España no es algo que cualquier iluminado pueda inventar cada mañana. Ni siquiera mañana, que es Navidad. Quizá las personas normales y corrientes, más que a perder la esencia temamos a perder la configuración de lo que ha venido siendo, con perdón, nuestra patria. Kant definió al español como serio, taciturno y veraz. Pasado el tiempo, André Malraux nos vio como un país anarquista enamorado de la sangre. Personalmente no me fío mucho de estas definiciones cerradas, por muy ilustres que sean sus autores. Ortega decía que los españoles ofrecemos a la vida un corazón blindado de rencor y las cosas, al rebotar en él, son desprendidas cruelmente. El caso es que la esencia española no peligra: aquí sigue habiendo pasos a nivel y se continúan vendiendo unos dulces llamados huesos de santo. ¿Puede darse en algún lugar del mundo un suceso como el ocurrido en Colmenar, patria chica de mi benigno abuelo, que era el mejor bebedor de aguardiente de la Axarquía? Al párroco le pegó una puñalada en el pescuezo, muy cerca de la yugular, un devoto cofrade, al que retiraron hace dos años la gestión de la hermandad. El desencadenante de la agresión fue cierta discrepancia sobre la restauración de la Virgen de la Candelaria.