EL RINCÓN
Teoría del punto de vista
EL SENADO aprobó la reforma judicial con el apoyo de todos los grupos, salvo el PP, que se quedó solo, a pesar de estar a cuatro votos de la mayoría absoluta. La aritmética manda, lo que sin duda es mejor, aunque se demuestre lo contrario, que cualquier otra cosa. Euclides es preferible a un dictador, ya que si se equivoca la responsabilidad queda más repartida. La reforma de la Ley Orgánica del Poder Judicial, impulsada por el Gobierno con la finalidad de ampliar el consenso necesario en la designación de altos cargos judiciales ha sido aprobada. También en Andalucía han salido adelante, marchando airosamente, las leyes que allanan el blindaje de los altos cargos políticos, que no quieren perder capacidad adquisitiva cuando recobren su estatura natural. En ambos casos hemos echado de menos las enconadas discusiones que amenizan la vida política en la misma medida que la hacen tediosa. Recomendaba Montaigne no discutir nunca con un imbécil y en los partidos políticos existe la convicción de que el imbécil es el otro. La verdad es que aún no ha sido desmentida, pero quizá conviniera escuchar razones. No se lleva. Lo que se lleva es la imposición del punto de vista. Debo a Antonio Lago Carballo, en su estupendo libro sobre Eugenio D'Ors, un texto en el que el maestro glosa un episodio acaecido en la anteguerra española. Un semanario de Mieres publicó la noticia de que siete párrocos habían apaleado brutalmente a un feligrés. «Esto ya no se puede tolerar. Hay que hacer un escarmiento con el clero», comentaba. En el número siguiente apareció una rectificación en la que se puntualizaba que, mejor informados, no habían sido siete párrocos los que deslomaron al feligrés, sino siete feligreses los que deslomaron al párroco. En el comentario final se decía textualmente: «Insistimos en nuestro punto de vista: hay que hacer un escarmiento con el clero». La verdad es que muchas discusiones sólo sirven para que ambas partes persistan en sus respectivas opiniones. Si escuchamos al otro corremos el riesgo de que nos convenza y hasta ahí podíamos llegar.