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Publicado por
LUIS DEL VAL
León

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LA NAVIDAD es tiernamente cursi. Que sea tiernamente cursi no significa que la madre renuncie a ver al niño de sus ojos disfrazado de algo y equivocándose en un verso tan aprendido de memoria como olvidado, o que debamos despedir a quien queremos, segundos antes de emprender un largo viaje, tal que si fuera a la tienda de la esquina y regresase al cabo de quince minutos. Frente a estar tiernas cursilerías surge el cursi de nuevo cuño, cuya cursilería consiste en evadirse y oponerse a las tiernas cursilerías tradicionales. Estos cursis modernos no están mitigados por la ternura, puesto que consideran que la ternura es otra forma de cursilería, y hacen tantos esfuerzos por poner distancias entre lo tradicional y lo pretendidamente moderno, que concluyen por ser ridículos. Lo que celebran estos días anglicanos, protestantes de diversa laya, ortodoxos, católicos y cristianos en general, es el nacimiento de Jesús. Y eso es lo que se conmemora en la mayor parte del mundo llamado Occidental, con independencia del gnosticismo o agnosticismo del padrón. Hasta el presidente del Gobierno ha deseado felices fiestas, evitando la palabra Navidad, o sea natividad, nacimiento. Es como si para no molestar a los no creyentes el día de Santiago Apóstol pasara a denominarse Día de las ONG, 25 de julio, que suena a revolución hispanoamericana. ¡Hispanoamericana! Otro término que los cursis modernos jamás pronunciarán, ni siquiera en presencia de sus abogados. Ya decía Paul Valèry que no había nada más antiguo que las vanguardias. Y los cursis.

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