Diario de León
Publicado por
ANTONIO PÉREZ HENARES
León

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ALFONSO GUERRA fue ponente de la Constitución. Durante largos años su poder tanto en el PSOE como luego en el Gobierno tan sólo cedía ante el de González y en muchos casos fue un binomio, como dos caras de una misma moneda. Su distanciamiento de Felipe supuso su declive. Hoy, diputado, el único que ha tenido escaño en todas las legislaturas de la democracia, y alejado del poder aunque los suyos hayan recuperado La Moncloa, sigue siendo una voz respetada y tiene un cargo en el Congreso, el de presidente de la Comisión Constitucional, que se me antoja, a la luz de que está sucediendo y aún más a la previsión de lo que va a suceder, de un enorme calado y trascendencia en el próximo futuro. Estos días Alfonso Guerra ha levantado su voz para opinar y advertir sobre el gran asunto que ya tenemos encima. El modelo territorial, los tirones nacionalistas hacia la independencia y las propuestas de su propio partido. Guerra en sus palabras ha reflejado la preocupación de muchos socialistas veteranos y prudentes, de las gentes del PSOE de toda la vida que empiezan a sentir vértigo ante ciertas derivas. No ha sido el único y otros, cada uno a su estilo, han empezado a emitir ciertos sonidos alarmados o a hacer exhibición de principios que consideran intocables. Guerra, fiel también a su estilo, siempre cauto, ha comenzado a señalar los embalajes en los cuales, mas o menos camuflados, se envuelven las autenticas bombas de relojería contra la Constitución, que es lo mismo que decir contra nuestra máxima regla de convivencia. Primero, por supuesto, el Plan Ibarretxe, al que califica de desafío total, pero después señala que en los textos previos de algunas reformas de Estatutos, en concreto el catalán, y allí gobierna el PSC, son de difícil encaje y aunque no tan claro se percibe que los juegos que se traen los suyos en el País Vasco y los vericuetos semánticos jugando con cosas muy de comer le hacen bastante poca gracia. Contrasta esta reserva preocupada de Guerra en el tiempo y en el talante con la aparente euforia de Zapatero y su campaneo feliz , como si no hubiera mas que un problemilla de pequeño calado, asegurando confiado que «estos cuatro años van a desembocar en un largo periodo de estabilidad territorial». No ofrece mas razón que su mantra favorito de dialogo-dialogo, pero ya es hora de que sepamos sobre qué bases. En suma, que necesitamos y tenemos ya derecho a saber qué piensa hacer nuestro presidente del Gobierno nada mas ni nada menos que con España. Él no parece ver motivos de preocupación. Debe ser el único. La inmensa mayoría, hasta en su propio partido, sí los tienen. Y cada día mayores.

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