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Publicado por
JAVIER TOMÉ
León

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ENTRE EL océano de tópicos referidos al espumillón y la liturgia católica, siempre nos contaron que los Reyes Magos eran Melchor, Gaspar y Baltasar, tres hombres que convirtieron en oficio divino el viejo arte de brujulear. Vivimos en una sociedad dedicada a cultivar convencionalismos, así que hacen falta ojos nuevos para descubrir los trucos viejos y, afortunadamente, la Iglesia anglicana nos ha aclarado las ideas con respecto a esos benéficos seres. Según su versión, y después de que el sínodo haya aceptado pulpo como animal de compañía, los tres Reyes Magos que adoraron en Belén al niño Jesús podrían haber sido mujeres. Y no me extraña, pues ya dice un sabio refrán del Congo que los hombres envejecen menos porque el trabajo duro lo hacen las mujeres. Según esta sorprendente hipótesis, las tres sabias o magas pasaron aquella temporada de ir a la peluquería y, ocultando las partes más golosas de sus cuerpos, echaron mano a los camellos para acabar gastándose un montón de moneda menuda en agasajar al recién nato que habría de cambiar la historia. La historia de las Reinas Magas, que contradice por cierto eso de que las mejores mujeres suelen encontrarse en los peores sitios, se habría ido difuminando con el correr de los siglos, hasta desaparecer de la memoria colectiva junto a los corpiños y las enaguas. Puesto que el Vaticano circula por la ortodoxia con algo así como dos mil años de retraso le será difícil aceptar lo de las Reinas Magas, pero de momento, y mientras el jurado se retira a deliberar, el tanteador se coloca 1-0 a favor de la cuota de participación femenina en los misterios eternos de la fe.

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