DESDE LA CORTE
Alguien me ha engañado
EL PASADO 26 de octubre, el ministro de Justicia hablaba en el Club Siglo XXI de Madrid: «El gobierno se está empleando a fondo para impedir que ningún convicto de crímenes especialmente odiosos pueda seguir siendo una amenaza». Juan Fernando López-Aguilar se refería al etarra Iñaki de Juana Chaos, de quien por aquellos días se comentaba que podría salir en libertad. Y añadía con frase que resultó convincente para todos: «su excarcelación no debe suceder bajo ningún concepto». ¿Por qué el ministro era tan contundente? Porque ese terrorista ha participado en varios atentados que costaron la vida a una veintena de personas, en la etapa más cruel del Comando Madrid. Porque ha sido condenado a más de dos mil años de cárcel por esos crímenes, aunque nadie puede estar entre rejas más de treinta. Y porque, si se confirmaba su excarcelación, habría pasado en la cárcel menos de 18 años: un poco más de la mitad del máximo que prevé la legislación. La contundencia del ministro fue muy celebrada, pero está claro que la política va por una senda, y la Justicia por otra. Setenta días después, llegaron los Reyes Magos y dejaron este regalo en la cárcel de Algeciras, donde el sanguinario terrorista cumple condena: en el próximo mes de febrero, si nada lo impide, será puesto en libertad. El balance será desolador. Le habrá salido baratísimo matar: a menos de un año por víctima mortal. Por supuesto, no ha indemnizado a ninguna de las familias que rompió. No habrá reparado ni uno solo de los daños materiales que causó con sus bombas. Y volverá a su pueblo como vuelven otros excarcelados de ETA: como héroes que recorren las calles entre chistus y petardos, camino del «altar» de la taberna, donde retirarán su foto de gudari prisionero. El resto de la sociedad nos quedaremos pasmados. ¿Dónde quedan aquellas solemnes promesas de que los terroristas iban a cumplir íntegras las condenas? ¿Qué fue del solemne compromiso de que los asesinos se iban a pudrir en la cárcel? ¿Qué se ha hecho de las normas que impedían que un etarra -y más un hombre con tantas muertes a sus espaldas- se pudiera beneficiar de la redención de penas? ¡Ah! Es que a Iñaki de Juana Chaos le aplicaron el Código Penal de 1.973, que preveía esos beneficios y, claro, las leyes posteriores no tienen efectos retroactivos. Podrá ser así. Pero, si este tipo sale de la cárcel sin haber completado ni 18 años de reclusión -insisto, menos de un año por vida segada-, me pongo a reclamar a los gobiernos que hubo desde 1.996: alguien me ha engañado. Alguien mintió o ignoró la realidad al prometerme el cumplimiento íntegro de penas. Alguien desconocía la posibilidad real de cumplirlo. Alguien jugó con mi buena voluntad.