Diario de León
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JOSÉ CAVERO
León

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QUE SU insuficiente mayoría, y la necesidad de confiarse al apoyo de ERC, iba a plantearle muy serios problema al gobierno socialista de Zapatero era perfectamente previsible. Ezquerra, un pequeño partido nacionalista, republicano, independentista y catalán, se ha venido convirtiendo en árbitro de la situación nacional hasta unos niveles para muchos absolutamente indeseables y hasta indecorosos. No solamente por el protagonismo de Josep-Lluis Carod Rovira y sus asombrosas meteduras de pata, como las dos más sonadas: entrevistarse con los dirigentes etarras y reclamarle que Cataluña quede fuera de su campote actuación terrorista, la primera, y más recientemente, el rechazo a solicitar que los Juegos Olímpicos de 2012 puedan desarrollarse en Madrid, con lo que significó de boicot a la industria del cava catalán. Ahora, con ocasión de subidón de tensiones políticas que supone el Caso Ibarretxe, ERC vuelve a plantear su condición de árbitro supremo de la política del gobierno de Zapatero y establece lo que debe hacer frente al proyecto secesionista del lehendakari: en primer lugar, el grupo de Carod y Joan Puigcercós no admite que PSOE y PP puedan hacer política común frente a los independentistas vascos. Y si lo hacen, el gobierno de Zapatero dejará de disponer del apoyo parlamentario de Esquerra, lo que supondrá, automáticamente, el final de la legislatura, posiblemente antes de que cumpla su primer años de vigencia. ¿Qué podrá hacer el presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero, atado de pies y manos y condicionado hasta ese punto por sus socios de ERC? Probablemente intentará sortear todos los escollos: el Plan Ibarretxe, las exigencias del PP, los condicionantes de ERC, y sobrevivir. Pero nadie duda de que es una travesía de extraordinaria incertidumbre y riesgos afrontar el pulso de los independentistas vascos mientras se cuenta en el propio equipo con un núcleo también independentista, aunque de origen catalán, pero igualmente beligerante. Viene a ser una especie de esquizofrenia, o «cabeza partida en dos», de difícil superación. Rodríguez Zapatero quiere tomarse las cosas con calma, y preferiría no tener que chocar con nadie. Ni con la Constitución ni con quienes pretenden «torear» esa Constitución y aniquilarla, porque les impide acceder a sus propósitos secesionistas. ¿Pero, será posible tanto equilibrio y sortear tantas trampas en la gobernación de cada día? Vaya año 2005 el que se le presenta al gobierno socialista y a la nación española.

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