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Publicado por
JOSÉ CAVERO
León

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COMO no podía ser de otro modo, los discursos de la celebración de la Pascua Militar tuvieron la vista puesta en el Plan Ibarretxe, asunto por excelencia y cuestión central indiscutible de la política española en estas primeras semanas de 2005, y con toda certeza, para un tiempo que no se prevé corto. Pues bien, tanto el discurso del ministro de Defensa José Bono, como las declaraciones del jefe del gobierno, Rodríguez Zapatero, y el discurso solemne del Jefe del estado, el Rey don Juan Carlos, en este caso ejerciendo su condición de jefe supremo de las Fuerzas Armadas, las tres autoridades hicieron reiteradas invocaciones a la vigencia de la Constitución, frente al desprecio abierto y rotundo que el plan Ibarretxe hace a dicha Carta Magna aprobada y vigente desde hace un cuarto de siglo con gran provecho para el entendimiento de los españoles. «Debemos a la Constitución muchos años de armónica convivencia», dijo don Juan Carlos, que citó cuatro veces el texto constitucional. «La Constitución es de incalculable valor para que España siga unida», dijo también. «La España que cuenta es la de la Constitución. No hay derecho alguno para que un ciudadano sea más que otro», señaló Bono. Y también: «Ningún territorio podrá tener proyectos que rompan la voluntad soberana de los españoles. Defender la nación es garantizar la igualdad de todos». Cada uno en su respectivo tono, Bono, Zapatero y el Rey resultaron contundentes y no dejaron lugar a dudas sobre el rechazo que les provoca el plan secesionista aprobado el día 30 de diciembre por el parlamento vasco con apoyo de los votos batasunos. Y mientras el Rey y el ministro de Defensa proporcionaban la doctrina más pura y dura aplicable al conflicto, el jefe del gobierno se refería preferentemente a su próximo encuentro con el lendakari Ibarretxe, el próximo jueves. Se muestra esperanzado y convencido de que «la razón democrática» ganará la partida al desafío del lendakari. También aprovechó la oportunidad para tratar de espantar las alarmas que ha suscitado la advertencia de ERC, en boca de su líder Puigcercós, sobre un eventual gran pacto PP-PSOE sobre «la idea de España» que estaría lejos de complac er a los nacionalistas. A Zapatero le corresponde el papel de hacer compatibles ideas como las que defiende su propio ministro Bono y las que exponen ERC, CiU o Izquierda Unida, nada felices con el discurso del titular de Defensa, calificado por los partidos del tripartido catalán de «visión rancia, cerrada, involucionista». Todos, y en particular el jefe del Estado y el jefe del gobierno, hacen equilibrios de difícil mantenimiento.

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