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Publicado por
CAMINO GALLEGO
León

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TE FUISTE sin hacer ruido, algo normal en tí. Atareados como estábamos en las vorágine navideña no tenemos tiempo para despedirnos, ni para saber cómo están los viejos amigos. Y tú aprovechaste el ajetreo para irte sin llamar la atención. Por eso tus exequias el día de Reyes no fueron lo multitudinarias que hubiera sido de esperar, y en cambio al día siguiente la iglesia de San Marcelo estaba abarrotada de gentes que te recordarán por ser una especie de mecenas siempre dispuesto a ayudar a las personas sencillas, pero de buen corazón. Al conocer la noticia de tu fallecimiento (casi ocho años después de que un fatal accidente de tráfico te alejara mentalmente de nosotros, relegándote a los difíciles pero felices años de tu infancia) me vinieron a la memoria muchos recuerdos. Te veía entrar en la redacción de Pablo Flórez, quitarte tu inseparable sombrero, saludar a todos amablemente y avanzar hasta mi mesa para presentarme a tu sobrino Benito, un chaval al que enseñabas y adentrabas en la vida con paterna dedicación, que él generosamente compensó en estos últimos años en que no has podido valerte por tí mismo. Recordé también tu obsequiosidad, siempre dispuesto a invitar a un café o a regalar algo que pudiera gustar. Así además de varios libros conservo una Virgen del Camino y un plato de la Virgen de Riosol -la mía y la tuya- cuya romería era uno de tus actos predilectos. Los mundos de la lucha leonesa y de los bolos han perdido un valedor y yo, como me dijo tu hermana Veva, he perdido un gran amigo. Hasta siempre, Ole.