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Publicado por
FERNANDO ONEGA
León

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¿CÓMO les contaré esto a mis nietos? Les tendré que narrar una historia. Corría el año 2005. El mundo estaba tan globalizado, que los calzoncillos de vuestro abuelo se fabricaban en Corea del Norte, pero se podían comprar en una pequeña tienda de Mosteiro. En ese mundo tan abierto y sin fronteras comerciales, hubo un partido político muy próximo a nuestra aldea que se puso a decir que aplaudía a un vasco llamado Ibarretxe (que escindía a un pueblo con los votos de una banda armada) y, en cambio, rechazaba la Constitución Europea, que daba unión teórica a 25 países, bajo el signo de la libertad, los derechos civiles y la prosperidad. Mis nietos se dividirán en dos: los incrédulos, que me dirán aquello de que no les cuente batallitas, y los más imaginativos, que me preguntarán quién era ese Ibarretxe. Y entonces tendré que situarlo en su momento histórico. Por ejemplo, el día 11 de enero también de 2005. Aquel día, los grandes partidos políticos iniciaron en el Congreso el camino hacia la aprobación de la Constitución Europea. El entonces presidente, José Luis Rodríguez Zapatero, pidió el «sí» de los españoles porque aseguraba que, fortaleciendo la unidad europea, se fortalecía la unidad española. Su oponente, el señor Mariano Rajoy, añadió: esa Constitución cerrará las puertas a «los delirios de autodeterminación». Pues bien: al mismo tiempo que España se quería integrar en una Europa que por primera vez empezaba a tener unidad política, Ibarretxe y sus seguidores se querían separar de España. «No es posible, abuelo», replicará algún nieto. «¿Cómo iban a querer separarse si toda Europa estaba buscando la unidad?». Francamente, no estoy preparado para dar esas explicaciones. Sólo sabría murmurar: es que os habéis perdido un periodo mágico, prodigioso, de la historia de España. Un periodo donde era posible ver a unos nacionalistas que preparaban el terreno para su futura independencia, pero decían buscar la «convivencia amable» con España. Un periodo donde esos mismos nacionalistas se apuntaban a votar la Constitución Europea, pero construían su proyecto de país autónomo o "asociado" al margen de la Constitución Española, o en abierto incumplimiento de sus normas. Si alguno de mis nietos consigue seguirme en esa extraña historia que les tendré que contar, me preguntarán: «Oye, abuelo, ¿y cómo se conseguía gobernar un país tan contradictorio?» Y sólo les podré responder: «pues malamente, hijos; muy malamente. Los ministros se levantaban cada mañana sin saber qué agujero tapar. La oposición, encima, les acusaba de debilidad. Y desde los Estados Unidos se empezó a hablar de balcanización . Si esto ha salido bien, hijos míos, es porque nunca nos faltó la ayuda de Dios».