Diario de León

DESDE LA CORTE

El escudo de Europa

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FERNANDO ONEGA
León

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¡ALELUYA! Ya he leído el Tratado por el que se establece una Constitución para Europa y que todos conocemos como Constitución Europea. Pertenezco al privilegiado grupo de españoles que saben lo que votarán dentro de cinco semanas y media. Somos una minoría aproximada del 14 por ciento más yo. Pocas veces un documento político ha sido tan ignorado por tanta gente. Parece increíble que haya que ser seguidor del Real Madrid o del Atlético para tener un ejemplar a fecha de hoy. Yo, como no voy al fútbol, he tenido que bajar sus 349 páginas de Internet. Puedo prometer y prometo que, entre todos esos ciudadanos supuestamente informados, ejerceremos un voto responsable y, por lo que palpo en el ambiente de la calle, un voto capaz de representar al 86 por ciento de la población restante. Por lo que depende de este cronista, el señor presidente del Gobierno puede estar tranquilo: la Constitución Europea sólo ofrece motivos claros para votar en contra a los nostálgicos de Aznar, que no querrán firmar con su voto la renuncia de Zapatero al Tratado de Niza. En todo lo demás, hay dos partes: la técnica y la bella. Entiendo por técnica la zona del Tratado que describe el funcionamiento de las instituciones. Como comprenderá el lector, no fastidiaré un domingo de febrero para ir a dar el visto bueno a un fárrago burocrático tan frío y soso como un informe del Comisario de Energía. Hace falta ser letrado del Parlamento Europeo para saber si es una Constitución completa o, como dice Borrell, tiene muchas carencias. Por ese lado me tendría que abstener. Después tenemos la parte que llamo «bella», que habla de derechos civiles, libertades y demás grandes palabras que contienen esos textos. Es la zona caliente. Nos ofrece a 450 millones de europeos la voluntad de construir un futuro común; un mundo feliz, lleno de «libertad, seguridad y justicia sin fronteras»; una Europa que luchará contra las desigualdades y contribuirá «a la paz, a la seguridad» e incluso «al desarrollo sostenible del planeta», expresión que utiliza al menos en dos ocasiones. ¿Quién puede decir «no» a ese prometedor horizonte? Nadie puede expresar un rechazo a tan nobles ideales. Sólo tengo un problema: esos derechos, libertades y altas aspiraciones también me las garantiza la Constitución Española. Verlos en la Europea es necesario, pero redundante. El mensaje egoísta que me queda es que, aunque se pierda el referéndum, como ciudadano español tendré los mismos derechos, porque ya los tengo. Pero, a cambio, me ofrece una garantía: si algún enloquecido español se carga un día nuestra Constitución Española del 78, siempre nos quedará la Europea. Es un paraguas. Es un escudo. Creo que votaré a favor.

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