EL RINCÓN
La recta final
MI DESCONFIANZA en las estadísticas se ha visto notablemente fomentada al saber que sólo el 61 por ciento de los jubilados españoles cree que su pensión es corta por las dos puntas. Eso significaría que el 39 por ciento de los jubilados estima que las monedas que perciben cada mes son suficientes. Un cómico italiano llamado Totó, que por cierto a mí no me hacía ni puñetera gracia, dijo una cosa muy inteligente acerca de la demoscopia. Estaba convencido de que esa ciencia descansa en la errónea creencia de que las personas en general tienen una opinión. Lo que sí es cierto es que los españoles son los europeos que más tarde se jubilan. El viejo continente está poblado por personas deseosas de gozar, cuanto antes, de un mal ganado descanso. Si no se retiran antes del trabajo es porque saben que su nivel de vida puede bajar a niveles subterráneos. Tampoco es cosa de dedicarse afanosamente a la jardinería o al bricolaje. A partir de los 60 existen aún más maneras de entretenerse que ver en la tele los programas del corazón y la entrepierna o jugar a la petanca. Esa edad es muy apropiada para pasear, para leer, para estudiar y, sobre todo, para profundizar en la mayor de las diversiones, que es no hacer nada y mirar las nubes, incluso en los días claros donde no hay ni una sola nube. Ocurre que la recta final de la vida no sólo no es la mejor del trayecto, sino que ni siquiera es recta. Está llena de curvas peligrosas y hay que abrocharse los cinturones, pero no sólo por eso, sino porque es preciso comer menos, ya que aunque no haya disminuido el apetito ha disminuido la capacidad adquisitiva. Unos con otros, los jubilados españoles perciben 751 euros al mes, que según las estadísticas, que para eso sí sirven, es la tercera parte de lo que cobran los jubilados canadienses, que ronda los 2.000 euros. Las comparaciones son odiosas, pero sólo para una de las partes. A muchos jubilados españoles les hubiera gustado prestar sus servicios en la Policía Montada de Canadá para estar mejor de dinero cuando echaran pie a tierra. Incluso se conformarían con la pensión del caballo.