Diario de León

DESDE LA CORTE

Un Rey para susceptibles

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FERNANDO ONEGA
León

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HACE UNA semana, un excepcional empresario gallego hacía gala de una también excepcional buena información: me adelantaba que el Rey don Juan Carlos reuniría a Zapatero y Rajoy para hablar de los desafíos planteados al Estado y a la unidad nacional. No quise utilizar en mis crónicas esa noticia, porque fui incapaz de encontrar confirmación oficial. Si hoy la utilizo, es sólo con este fin: trasladaros la seguridad de que esa reunión en La Zarzuela estaba prevista, aunque en esa fecha no lo supieran los propios asistentes. Y se habría celebrado, cualquiera que hubiera sido el resultado del encuentro previo entre el presidente del Gobierno y el jefe de la oposición. ¿Qué significa este detalle, en apariencia menor? Significa que don Juan Carlos no «bendijo el matrimonio» de ambos políticos, como pretende el señor Atutxa. Simplemente analizó la situación con ellos, como cabezas visibles de los dos mayores partidos del llamado arco parlamentario. ¿Lo puede hacer? ¿Es una descortesía con las demás fuerzas políticas? ¿Estamos ante un monarca que sólo se entiende con los dirigentes que defienden el actual modelo de estado? Son algunas de las elementales preguntas que se desprenden de las primeras críticas expresadas, entre otros, por el mencionado Juan María Atutxa, por Gaspar Llamazares y por el portavoz parlamentario del Bloque Nacionalista Galego, Francisco Rodríguez. La respuesta es discutible, como todo. Es posible que, como apunta Rodríguez, la reservadísima intervención del monarca lance a la sociedad un mensaje de peligro sobre la integridad nacional. Es probable que el momento no haya sido el más adecuado, dos días después de un principio de acuerdo entre los dos convocados a Palacio. Y son legítimas las quejas mencionadas, porque don Juan Carlos es el Rey de los votantes constitucionalistas, pero también de quienes discuten la vigencia del conjunto de la Constitución. En eso consiste ser el «Rey de todos los españoles». De todas formas, permitidme una exclamación: ¡Ay, Dios, cuánta susceptibilidad! Cuando don Juan Carlos aparentaba distancia de la discusión política del Plan Ibarretxe, empezó a surgir la insidia en forma de interrogante: ¿por qué no interviene el Rey? Cuando tiene una intervención meramente informativa, se le reprocha intromisión. Ante ello, este cronista sólo tiene dos preguntas: 1) ¿Podría la Corona permitirse el lujo de no contrastar la opinión de los partidos llamados a gobernar España en alternancia? 2) Si los últimos acontecimientos han sido presentados como «el mayor desafío de los últimos 25 años», ¿qué tranquiliza más? ¿Un Rey en actitud activa, o contemplarlo pasivo, por un entendimiento romo de su papel constitucional?

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