Cloro al clero

EN LOS buenos y viejos tiempos, siendo un servidor seminarista, ya cantábamos algunos el himno de Riego, cuando no nos dejaban salir del internado los jueves por la tarde. Aquel que empieza con la musiquilla: «si los curas y monjas supieran/la paliza que les van a dar/ subirían al coro cantando/libertad, libertad, libertad», etcétera. Aquello venía de la Constitución de 1812 que aprobaron en las Cortes de Cadiz los liberalotes comecuras por San José, un 19 de marzo, de ahí lo de «viva la Pepa». Andando el tiempo y ya de exseminarista rebotado, cuando estudiante en Madrid, uno se encontró en el metro de Vallecas -el dinero de la pensión no daba para más- una pintada que decía «hagamos de las iglesias billares», se supone que escrita por algún agente secreto de don Santiago Carrillo o, por lo menos, un bielorruso. Por último y ya de vuelta a León para hacer prácticas en esto de escribir casi de balde en los periódicos se topó con otra pintada en los muros de la Catedral, que, enmarcando la calavera y las dos tibias cruzadas, animaba a dar definitivamente «cloro al clero». A estas alturas de la vida ya no sabe uno si hizo bien saliéndose del seminario o mal por no reengancharse directamente de misionero en la remota África como asesor de cualquier tribu canibal especializada en cocinar curas. Parece todo esto una bobada, pero el partido de Carod Rovira ha propuesto a la Generalitat reconvertir las iglesias de Gerona en «centros de uso cultural», lo cual rejuvenece y mucho. Otros que van por el buen camino, como yo.