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ESPAÑA parece otra. Hay un antes y un después del viernes 14 de enero. ¿Cuánto tiempo durará el milagro? ¿Qué o quién lo ha conseguido? De lo que no hay duda es de que se puede hablar sin exageración de milagro tras observar el resultado del encuentro entre el presidente Rodríguez Zapatero y el líder de la oposición, el señor Rajoy. Desde la noche misma del 14 de marzo, fecha de su inopinada derrota electoral, la dirección del PP había optado por una estrategia de durísima confrontación con el Partido Socialista. No hay que buscar mucho para encontrar pruebas del especiado discurso que en boca de los señores Acebes, Zaplana o el propio Rajoy, un día si y al siguiente también, había convertido estos últimos ocho meses en un ejercicio de crispación. Otro tanto podría decirse de las réplicas por cuenta de los señores Rubalcaba, Blanco, Moratinos o el propio Zapatero. Aparte de la gran bronca generada por la comisión que investigaba el 11-M, asuntos tales como el gobierno tripartito de Cataluña o la tibia respuesta inicial dada por el Gobierno al órdago del lendakari habían sido munición constante para la artillería de grueso calibre. Tras la votación en el Parlamento vasco del Plan Ibarretxe todo apuntaba que el timbre incluso podía subir unos cuantos decibelios. Y, sin embargo, de repente, las olas de mayor arboladura vistas en los últimos tiempos dieron paso a una mar llana y a un viento en las velas que aunaba el rumbo de los dos grandes galeones de la española, favoreciendo una inopinada maniobra conjunta. ¿Quién ha hecho ver a los respectivos líderes el desafío, el peligro cierto de fractura entre vascos que lleva en su seno el plan soberanista que impulsa el señor Ibarretxe, ahora, también con los votos de la ilegalizada Batasuna? Corren diversas versiones. Una de ellas menciona al Rey. El Rey no gobierna pero reina, y, a través de la Corona, simboliza la continuad histórica de la nación española. Apelar a que los dos partidos cuya representación parlamentaria supone más del 80% de los escaños encaren juntos semejante desafío al Estado de derecho podría haber sido suficiente como para lograr, ya digo, el milagro político del 14 de enero. PSOE y PP se juegan mucho en el trance: al Gobierno sus socios nacionalistas republicanos ya le han amenazado con retirar el apoyo parlamentario. Rajoy arriesga el ala «aznarí» de su partido, la que mejor conexión tiene con los «radiopredicadores» que día tras día les empujan hacia posiciones de extrema derecha. Arriesgan Zapatero y Rajoy, pero lo hacen por una causa que la mayor parte de la opinión pública apoya: la defensa firme e inteligente de la unidad y la soberanía de España. Bien pensado, quizá sea éste el verdadero milagro.

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