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Publicado por
VICENTE PUEYO
León

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TODO esto en el espacio de horas: algún dirigente del nacionalismo vasco se felicitaba porque parece que «se cuece» una tregua de ETA. Otegi, dirigente batasuno filoetarra, salía a la palestra para asegurar que la postura de la banda sobre la propuesta de Anoeta «la revaloriza en ormemente». Y, para completar el círculo de la esquizofrenia, los etarras hacían estallar un coche bomba cerca de la plaza de Las Arenas. Insuperable. Cautivas y desarmadas las últimas briznas de la lógica, uno ya no sabe si ponerle pilas al hueso de la risa o ir a la parafarmacia a buscar una caja de ampollas para poner a tono el cinismo. Quizá ambas cosas porque ¿cómo se soporta el espectáculo? ¿Cómo se reviste uno de una coraza políticamente hipercorrecta para no echar más leña al fuego cuando lo que habla es la burla y la metralla? Parecen sugerir que seamos prudentes. No digamos entonces que estamos hasta arriba de estas gentes de neuronas de saldo; hagamos la vista gorda después de extasiarnos con esa incomparable colección de comunicados que han escalado las más altas cimas de la idiocia. Tampoco es oportuno que sepan que dan auténtica compasión al contemplarlos encerrados en su demencial laberinto, sin luces nuevas y con vistas a un mundo cutre y antiguo. No digamos que en 30 años han cubierto de porquería la memoria de tantas generaciones amamantadas con sano orgullo. Que no se enteren que, por su causa, ya nadie mira igual a la verde Arcadia del norte. Que no sepan que lo que queremos es que se diluyan en su miseria y que nos dejen construir en paz un mundo sin titadine ni boinas caladas, un espacio sin fronteras de hombres libres y solidarios.