Fraga a pelo

PUEDE que la política vaya bien o mal, y hay opiniones para todos los gustos, pero lo que no puede decirse es que ande fina. Cuando los llamados «tres estados» de los tiempos de Montesquieu, a saber, la clase dirigente, el clero y el pueblo, se enzarzan a estas alturas en una polémica sobre el uso del condón para prevenir el sida o lo que suele venir detrás a los nueve meses, hace recordar y temer lo del viejo chiste aquel de que hay gente que sólo jode con la cabeza y discurre con lo otro. El Gobierno aparece empeñado en casar a los homosexuales y que críen hijos, cuestión ésta última harto difícil más que nada por razones técnicas, según explican médicos y veterinarios,. Y la oposición del PP, muy machos ellos, rezan con los curas contra el uso del preservativo, que, si se llama así, será también por algo. Cuando joven, en vez de hacer oposiciones, sólo pensaba uno en la vecina del tercero sin mayor precaución de cara al futuro. Ya de mayor cierto exconcejal, al que se sigue conociendo con el alias de «el condones», por lo progresista que era, quiso regalarme tres cajas, pero servidor ya estaba arruinado de pasar pensiones de divorcio. Y ayer, como quien dice, los obispos volvieron a terciar en el asunto predicando que nones, y eso que algunas novias creían que toda la sotana era bragueta. Pero el más duro ha sido Fraga, que a los 82 años ha prometido morir sin ponerse un condón. Cuestión de mantenerse tieso en las convicciones y en lo otro, según él. Los hay tan pinchos que hasta presumen de rigor mortis.