Los demás no importan

CON LA MANO tendida, siempre con la mano tendida, el lendakari va tensando la cuerda. Lo de ayer, el que quiera que se engañe, no es más que un capítulo más del melodrama. No hay otra ideología en ese nacionalismo aburrido y cavernario que el camino que conduce al objetivo: la independencia, la exaltación definitiva de la patria de vascos (y vascas) en contraposición a «lo español», al presunto y necesario enemigo ancestral. Lo demás, y los demás, no importan. Cuando el lendakari subrayaba ayer el sacrosanto derecho de los vascos a decidir sobre su futuro, uno se preguntaba si no es ese un derecho de los individuos de cualquier país democrático ejercido cotidianamente sin alharacas ni retóricas grandilocuentes. ¿El futuro de los de Mondragón/Arrasate debe ser más tenido en cuenta, es más importante, que el de los residentes en Soria? ¿Acaso un soriano o un extremeño no están voluntaria y libremente asociados a sus conciudadanos, a su ayuntamiento y a su país? Hay quien dice que fue un debate clarificador, que se pusieron las cartas sobre la mesa. Como si no estuviera todo claro desde hace tiempo. El nacionalismo vasco nunca cejará en su estrategia y tampoco parece preocupado por los plazos porque, poco a poco, va completando esa urdimbre de intereses que garantiza larga vida a los regímenes con vocación de perpetuidad. El discurso del lendakari estaba bien construido, era formalmente impecable, pero no abría puertas por las que todos cupieran. El viejo lastre de la deslealtad, de la insolidaridad, de la irresponsabilidad histórica de no haber frenado a ETA cuando pudo hacerse, hacían rechinar las palabras. Y la esperanza.