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Publicado por
JUAN F. PÉRFEZ CHENCHO
León

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CON EL aliento contenido vimos el último minuto del partido Serbia/España, correspondiente al Mundial de Balonmano. Concluyó con empate a 28. Se ha prorrogado el suspense para el futuro de nuestra Selección. Donde se acotó el presente y también el futuro del Plan Ibarretxe fue en el Congreso de los Diputados. Después de ver las tres pirmeras intervenciones, hay que rotundizar: el debate reconcilió a muchos españoles con el Parlamento. Fue de altura en los contenidos y con las mejores formas y maneras. Algo que no suele ocurrir en la Cámara Baja, que nos tiene acostumbrados a malas formas y poca altura. Previamente al debate, el presidente de la Cámara, Manuel Marín, esa especie de santo benedictino incrustado en la política institucional, había conseguido de la Mesa que le concedieran una segunda intervención al lendakari. Pero vayamos al debate. El lendakari abrió la sesión con un discurso formalmente muy bien trabado. Se arrogó la representación de todos los vascos y se apoyó en una presunta legitimidad del Parlamento Vasco para acordar lo que estime oportuno, independientemente de las competencias que tiene atribuidas en el Estatuto de Guernica. Todo ello, claro está, envuelto en una vaselina amable para suavizar la ruptura que pretendía. A continuación tomó la palabra el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. Pronunció un discurso firme en defensa de los derechos de todos los vascos, no sólo de los nacionalistas. También en defensa de la legalidad constitucional. La firmeza del discurso fue compatible con sus responsabilidades como jefe del Ejecutivo, para acabar tendiendo la mano a Ibarretxe y al PNV cuando decidan volver a este lado de las reglas constitucionales. Acto serguido subió al estrado el presidente del PP, Mariano Rajoy. Hizo, sin duda, el mejor discurso parlamentario desde que es diputado. Con la libertad que da estar en la Oposición, elaboró un discurso demoledor para el Plan Ibarretxe. Dejó al descubierto todas las falacias y triquiñuelas en que se asienta: desde los absurdos derechos históricos, hasta la división que agrieta a los ciudadanos vascos, mitad y mitad. Ha sido el mejor Rajoy. Su intervención debería permitirle afirmarse como líder de su partido, frente a tantas zancadillas y tarascadas como le vienen poniendo. El resultado final de la sesión estaba cantado antes de celebrarse. No hubo sorpresas. Pero también era muy importante poner de manifiesto la legalidad democrática con un debate totalmente respetuoso en el Parlamento y una votación inequívoca. Se me antojan dos claras lecciones: 1) Por una serie de paradojas, quizá sin pretenderlo, Ibarretxe con su plan ha ayudado a represtrigiar la legalidad constitucional y la vida parlamentaria española. Y 2) El debate que no querían en el PP y al que se oponían con uñas y dientes, ha sido la oportunidad de lucimiento y autoafirmación de Mariano Rajoy. Pero, bueno, ya se sabe que empieza la campaña electoral en el País Vasco. Hasta que no se conozcan los resultados, ningún partido moverá ni una coma de sus enunciados. En cualquier caso es importante que con el debate de ayer se vaya creando el clima para que, después de los comicios, los partidos políticos y democráticos vascos acuerden los mínimos de convivencia entre ellos y se prepare el final de ETA.

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