Diario de León

DESDE LA CORTE

...Pero el dinosaurio sigue ahí

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FERNANDO ONEGA
León

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QUIZÁ no sea políticamente correcto hacer estas confesiones, pero me van a disculpar: el debate del Plan Ibarretxe me ha entusiasmado. Tuvo altura política. Literariamente, dio una tarde gloriosa. Zapatero, por ejemplo, en vez de empezar con un «nos reúne aquí», va directamente al toro: «Si vivimos juntos, juntos debemos decidir». Los redactores de los discursos se han esmerado tanto, que han agotado los diccionarios de citas. Salieron a relucir hermosas frases de Cicerón y Voltaire y de poetas como Espríu y de presidentes americanos. Un discurso de ingreso en la Academia no sería tan ilustrado, dicho sea en honor de los escritores de discursos y los políticos que los aceptan. Por lo demás, me volvió a seducir ese lendakari que ignoro si dijo alguna verdad en su vida, pero sigue siendo un actor fantástico que habla de acuerdos como nadie y tiende más manos que Adolfo Suárez en sus buenos tiempos. Este hombre tiene que estar en la próxima edición de los Goya como primera recompensa. Y a continuación, hay que proponerlo para el Nobel de la Paz, porque ayer brindó a los españoles la «oportunidad histórica de resolver el problema vasco». Lo que ocurre es que a veces la historia es injusta con esos estadistas. Ibarretxe, por ejemplo, tiende así la mano, ¿y qué ocurre? Que aparece un Rajoy brillante y contundente, y lo acusa de antiguo, de disfrazar sus intenciones, de burlarse de la ley, de desfachatez, de querer hacer un régimen de castas. Y encima, el público exterior (españolista tenía que ser) se pone a aplaudirle y proclama que se ha consolidado más como líder de la derecha. Si lo visto ayer estuviera tan pactado como supone Ibarretxe, el reparto de papeles sería el siguiente: Rajoy hizo el papel del españolismo serio, riguroso, cargado de razones jurídicas, políticas y hasta emotivas cuando invocó a los muertos. Rodríguez Zapatero fue el pontífice; pontífice en su sentido original: el de constructor de puentes. Dijo «no», pero su talante le lleva a sugerir que no todo está perdido, que vamos a seguir hablando, que ayer no se terminó un plan, sino que empieza otro. Al talante, el señor Zapatero unió ayer su obligación de pacificar el ambiente. La gran duda es saber si lo ha conseguido. ¿Sabéis qué es lo único inquietante de lo ocurrido ayer? Que se frenó el Plan Ibarretxe; pero no se frenó al lendakari, que seguirá con sus ideas. Un proyecto soberanista, el primero que llega al Congreso, no pasó la reválida parlamentaria; pero el lenguaje nacionalista, sea catalán vasco o gallego, se mantiene intacto, con las mismas reivindicaciones que antes. Como diría el cuento de Augusto Monterroso, al despertar de la brillantez de los discursos, el dinosaurio sigue ahí.

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