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Publicado por
LUIS DEL VAL
León

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ESTO DE VIVIR en una ciudad por la que pululan trece personas que puntúan todo lo que ven, produce una extraña sensación de malestar y protagonismo. Llevo un día apartando cáscaras de mandarina hacia el bordillo, respetando la señal de precaución de los semáforos, y sobresaltándome cada vez que se forma un atasco y los optimistas comienzan a tocar la bocina, porque sólo un optimista es capaz de creer que tocando la bocina se diluyen los atascos. Si tenemos en cuenta que la formación de atascos en Madrid es proporcional al número de furgonetas que taponan la calle para descargar, y estas son proporcionales en un ciento por dos a los vehículos aparcados en doble fila, mañana, aunque sea sábado, tendré que ir a visitar al médico, porque tanto sobresalto no puede ser bueno para la salud. Espero que estas trece personas del Comité Olímpico Internacional no digan lo que dijo Danny De Vito, después de abandonar este Madrid lleno de obras, zanjas, y andamios: «Me gustaría que encontraran el tesoro», porque el hombre, al ver tanto hoyo, estaba seguro que andábamos en busca de algún cofre. Asimismo, aguardo con impaciencia que los que hayan ido de compras hayan tenido suerte con las dependientas, vendedores y trabajadores del ramo. Pero lo que me temo es lo del fin de semana. Porque van a estar este fin de semana. Y estos jóvenes preocupados por la Amazonia, la capa de ozono y la contaminación, ponen los jardines de la ciudad perdidos de litronas y envases de hamburguesas. Ojalá madruguen menos que nuestros eficaces servicios de limpieza, que, por cierto, tendrían la Amazonia como los chorros del oro.

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