DESDE LA CORTE
Sálvanos, Olimpiada
LOS INSPECTORES del COI andan por aquí. Vienen a examinar Madrid, a ver si da la talla para la Olimpiada del 2012. Supongo que estarán encantados. Les van a mostrar todas las seducciones de la capital, que son unas cuantas. Están paladeando los sabores españoles, que son grandiosos. Y reciben un tratamiento de auténticos jefes de estado. La recepción de ayer estuvo presidida por José Luis Rodríguez Zapatero. Van a cenar con los Reyes, que es privilegio reservado a los grandes visitantes. Y el Madrid oficial y económico se vuelca con ellos, porque de su informe se derivan grandes oportunidades y negocios. Este cronista, vecino habitual de esa ciudad, se emociona ante la hospitalidad dispensada a tan ilustres examinadores. Confía regular o poco en el éxito de la candidatura por razones que no viene al caso mencionar. Pero desea tanto como Ruiz Gallardón que Madrid sea designada sede de esos Juegos. Y no por motivos económicos, ni porque sea la oportunidad de renovar la ciudad, ni porque las empresas constructoras vayan a hacer todavía más negocio, que después lo gastan en intentar comprar bancos. Lo desea porque España lo necesita. Me explico: este país se está quedando sin alicientes colectivos. Incluso sin inquietudes colectivas. Ciudadanos como Juan José Ibarretxe han monopolizado tanto la actualidad, que no han dejado ningún espacio al resto de la información. Se da la espalda a la España que perdió sus cosechas por las heladas. No hay estados de opinión solventes sobre la avalancha de inmigrantes que pasarán a ser legales en los tres próximos meses. No se exige actividad ni iniciativa económica al gobierno. Son minoría los periódicos que, como éste, tuvieron la sensibilidad de llevar a portada los datos del paro. Rodríguez Ibarra no protesta por los recursos de su comunidad, sino por el trato dado al lendakari¿ Se requiere, por tanto, una ilusión colectiva; algo que ayude a esta nación a salir de los egoísmos de la vorágine nacionalista; algo que haga variar los contenidos de las primeras páginas, de las tertulias y de los artículos de los líderes de opinión; algo que transmita a la sociedad la ilusión de que hay una meta, aunque sea urbanística y deportiva; algo, en fin, que también ayude a superar la sensación de aislamiento que produce nuestra extraña política exterior. Y usted me preguntará: ¿ese algo tiene que ser una Olimpiada, cuya concesión ni siquiera depende de nosotros? Y yo le tendré que decir que, en efecto, es poca cosa para convertirla en objetivo nacional. Pero no veo otro. Y además, lo acaba de certificar Zapatero: nada une más a los españoles que Madrid-2012. Dependemos de una olimpiada. Como se la dén a otro país, caeremos enfermos de depresión.