La concordia imposible

HAN PASADO dos días desde la celebración del debate sobre el llamado Plan Ibarretxe y sigue el martilleo en los medios de comunicación. Los comentarios son para todos los gustos. Casi igual que el adobo de la matanza. En los más conspicuos medios aznaristas se nota una profunda irritación, a pesar o quizá precisamente por ello, porque el debate fuera brillante y de altura y el Congreso de los Diputados rechazara por abrumadora mayoría el envite secesionista. Hay una militancia aznarista que está profundamente irritada. Pero no con el lehendakari Ibarretxe ni con Ezquerra Republicana de Catalaluña, ni con el Bloque gallego o con CiU, sino con José Luis Rodríguez Zapatero. Esta gente, tan típica y tópica en la historia de España, es la misma que cultiva el rencor en vez de la concordia. Son malos atajos para llegar al buen camino. Les ha molestado que el presidente del Gobierno busque soluciones a los problemas. Ellos son especialistas en encontrar problemas a todas las soluciones. En definitiva: están preparando, como es público y notorio, el caldo de cultivo para pedir y obtener en el referéndum de la Constitución Europea un no a Rodríguez Zapatero. A ellos se suman algunas instituciones que practican la ingratitud contra la generosidad del Estado que las mantiene. Actúan como el perro que muerde la mano de quien le da de comer. Hoy comienza la campaña electoral para el Referéndum sobre el Tratado para una Comunidad Europea. En esta España nuestra ya se sabe, como dijo Josep Borrell, que los referéndums los carga el diablo. Vemos cruzar las diagonales pidiendo el no a la extrema derecha, a los nacionalismos más extremos y también a Izquierda Unida, aunque su correa social, CC.OO., pida votar sí. Una situación parecida se dio en el referéndum del 85 sobre la permanencia o salida de España de la Otan. En aquella ocasión ganó el sí por estrecho margen. Aunque Alianza Popular llamaba a la abstención, lo cierto es que la derecha acudió en bloque a las urnas para votar no. De hecho, por ejemplo en la ciudad de León, el no ganó sólo en dos céntricas mesas electorales, en las que la derecha y extrema derecha sacaban mayoría de votos. Eran las instaladas en la calle Alcázar de Toledo y en la Avenida José Antonio, así llamada entonces. Parece que en este referéndum, cuya campaña se inicia hoy, se está preparando un baile de disfraces similar. No es extraño: estamos en tiempo de carnaval. Ahora bien, debe recordarse, como aviso para navegantes, que quien salió trasquilado de aquel juego con dos barajas fue precisamente Alianza Popular. No sólo se jugó el líder, sino también el nombre. Y a punto de entornar los cuarterones de este balcón, en noche fría, cuando España calentaba ánimos y músculos para medirse a Noruega y entrar en la semifinal del Mundial de Balonmano -ya sé, ya, que se disputa en Túnez y no en Australia- me entero de la muerte de Pedro Miñambres Calvo, padre del comisario-jefe de policía de León, Ángel Miñambres. Era un campesino recio, un bañezano periférico, hijo de las sementeras. Llevaba meses arrastrando sus últimos alientos. Hoy recibirá sepultura en su pueblo, Quintana del Marco. Lo siento, de veras.